La elección de Ángel Gabilondo como Defensor del Pueblo es una buena decisión. Y dentro del adjetivo bueno incluyo todo un universo de palabras que conforma esa definición, es decir, tanto en la vertiente personal como en la calidad y cualidad profesional del que ya es, desde ayer, Defensor del Pueblo.
Parafraseando a D. Antonio Machado, Ángel es, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Que
Ángel Gabilondo hubiera sido un magnífico presidente de la Comunidad de Madrid
queda fuera de toda duda. En estos tiempos de necesidad de la política con
mayúsculas en la Comunidad de Madrid la templanza, el sosiego y la
determinación ideológica de Ángel hubieran conseguido grandes acuerdos desde la
sensatez, siguiendo la línea marcada por el presidente Pedro
Sánchez.
Pero
eso es hablar del pasado, y a Ángel eso le gusta poco.
Por
delante queda un apasionante trabajo, protegiendo al pueblo, a ese conjunto
de personas que conformamos la gente humilde y común del país.
Con
Ángel Gabilondo hemos ganado un buen Defensor del Pueblo, alguien que aportará
soluciones justas para todos y todas, que se ocupará de la ciudadanía.
Y, por
supuesto, mi agradecimiento a Paco Fernandez Marugán.
¡Enhorabuena
Ángel!
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