A continuación os dejo el artículo que he publicado en el número 128 de la revista LETRA INTERNACIONAL, editada por la Fundación Pablo Iglesias en el que reflexiono sobre los retos de las grandes ciudades de cara a este siglo XXI.
Agradecer la oportunidad a Beatriz Corredor, José Manuel Gómez Bravo y al Consejo de Redacción.
COHESIÓN SOCIAL EN EL MUNDO LOCAL. LOS RETOS DE LAS GRANDES CIUDADES EN EL SIGLO XXI.
El Partido
Socialista Obrero Español ha escrito las mejores páginas en la historia de
España, de su pasado y su presente, y seguirá 140 años después de su fundación,
poniendo en marcha iniciativas que serán imprescindibles para entender cada
momento de los que nos toque vivir. El PSOE es sinónimo de democracia,
tolerancia, respeto, legalidad, constitucionalismo, estado social y de derecho,
de libertad. Y todas éstas lo son de municipalismo.
En esa lectura nos encontramos
con miles de hombres y mujeres que, sirviéndose de un acervo forjado desde la
responsabilidad y las más profundas convicciones democráticas, trabajaron desde
cada ciudad y pueblo, desde cualquiera de los más de ocho mil municipios de
este país para mejorar la vida de todos y todas. Porque la ciudad, sea cual sea
su tamaño, es el mejor escenario donde trabajar por una convivencia global,
independientemente del credo, origen y opinión.
Pero
el territorio local también puede ser el decorado donde afloren las
desigualdades; diferencias que pueden separarnos, generando espacios de difícil
convivencia. Y es que es en los municipios donde pueden surgir situaciones que
dificulten el gran acuerdo cívico que necesita cualquiera de nuestras ciudades
y pueblos para progresar en plenitud de condiciones.
La
construcción de las ciudades a raíz de las primeras elecciones democráticas de
1979 (las anteriores celebradas con libertad fueron en 1931) supuso muchos
puntos de inflexión para los territorios. La parálisis endémica y premeditada
del franquismo, con su insolidario centralismo, obligó a los primeros alcaldes,
alcaldesas[1],
concejales y concejalas[2] a
tomar decisiones de gran calado dando color al blanco y negro que reinaba hasta
esa fecha. Inseguridad ciudadana, barrios sin urbanizar, ausencia de
equipamientos públicos, sin transporte colectivo y sin políticas sociales
(tampoco cohesión social) eran una herencia insostenible que había que mutar
urgentemente aprovechando la evidente ansia de cambio de las españoles y
españoles.
En
1981 los municipios españoles de más de 50.000 habitantes sumaban el 51,3% del
total del país. En 2018 fueron 145 los municipios españoles con más de 50.000
habitantes, siendo las de más de 100.000 habitantes las ciudades que más
crecieron en el último tercio del siglo XX, multiplicando por 15 su población y
teniendo un 23,1% de peso relativo en el conjunto de España.
Un
fenómeno muy recurrente a partir de 1960 fue el de la generación de nuevas
tramas urbanas, conurbaciones y agrupaciones metropolitanas que en la práctica
representaban continuos urbanos supramunicipales fruto de la mala planificación
urbanística, especialmente desde 1970. Son procesos muy complejos de
redistribución poblacional, de éxodos masivos de las zonas rurales los que
provocan un aluvión de llegadas a unas ciudades que crecían sin límite, sin
planificación y sin servicios. La transformación de estas ciudades de acogida
no es solo poblacional, sino relacional, en un momento donde la crisis
económica heredera de la autarquía de un régimen en declive no garantiza la
supervivencia de buena parte de la población que emigra, sin más, buscando el
sustento de los suyos. También el territorio sufre una radical transformación
del medio natural que empieza a ver mermado su extensión y función.
Las
corporaciones locales no tuvieron más remedio que remangarse y ponerse manos a
la obra. Construir nuevos equipamientos públicos, sobre todo colegios y centros
de salud; urbanizar calles y plazas para dar dignidad a los barrios cambiando
barro por aceras y carreteras, y dotar de identificación propia a la ciudad
para que vecinos y vecinas se sintieran próximos al territorio, crear arraigo
en su nuevo municipio. Y una gran ingeniería social para generar espacios
culturales, participativos, asociativos y de conocimiento suficientes como para
revertir una situación que, inexorablemente, convertiría a buena parte de la
población, sobre todo los más jóvenes, en generaciones perdidas. La experiencia
española, sobre todo la del sur de Barcelona o el sur de Madrid, generaron
flujos de gran calado social y político, poniendo el acento en la integración y
en el mestizaje, sobre todo a partir del año 2000, cuando la inmigración sustituyó
a la emigración en las oleadas poblacionales de buena parte del entramado
urbano español.
“Los prejuicios son enemigos de la
inteligencia”, aseguró Josefina Aldecoa en la presentación del Instituto de
Cultura del Sur, una fundación-observatorio de movimientos culturales y
sociales constituida por los ayuntamientos de Fuenlabrada, Getafe, Leganés, Móstoles y Parla y la
asociación cultural Club Enlace en el año 2002 y que ayudó, mucho, a trasladar
una imagen distinta de la zona sur de Madrid, de unos municipios que hicieron
los deberes y que sirvieron de ejemplo a buena parte de municipios españoles y
europeos al hacer público su modelo de crecimiento social y cultural desde
1979.
Son
otros los tiempos actuales, con otros problemas y otros retos que encarar desde
el municipalismo del siglo XXI. Pero siguen siendo muchos. Y esos retos se han
convertido en desafíos para construir un país mejor, porque se hace país desde
las ciudades y pueblos y porque las desigualdades son más profundas en los niveles
municipales, donde nos conocemos mejor y la globalidad es conocer a tu vecino, saber
cómo le va.
Naciones
Unidas apuntó que, en 2018, el 55% de los más de 7.550 millones de personas que
habitan nuestro planeta vivían en ciudades.
La previsión para 2030, fecha de término para la implantación de los
ODS, será de 5.000 millones y para 2050 serán 6.300 millones de personas las
que vivan en estas zonas. Esa presión
convierte a los enclaves urbanos en lugares donde esforzarnos en generar
espacios comunes para garantizar derechos y usos sostenibles porque,
actualmente, representa el 75% de las emisiones de CO2, y entre el
60% y el 80% del consumo de energía. No podemos olvidar que el 80% de los
desplazamientos en transporte público o vehículo privado empiezan y terminan en
una zona urbana.
Por
lo tanto, ¿Cuáles son los problemas de los núcleos urbanos, de las grandes
ciudades, en este primer cuarto del siglo XXI?
Más
allá de los recurrentes problemas de falta de recursos económicos (el
municipalismo se demuestra con financiación), que nunca se resuelven de manera
definitiva, y de la estabilización de un programa de inversiones objetivo y
objetivable, los problemas vienen determinados por la gentrificación, la
pérdida de identificación social, el abuso del vehículo particular y de los
combustibles fósiles, y la falta de convivencia en los entornos urbanos, por lo
que el nuevo municipalismo de este siglo se debate, desde mi punto de vista, en
hacer ciudades con las siguientes características:
· Sostenibles y
habitables. La lógica ambiental y urbana
deben ir de la mano hasta el punto de que lo sostenible debe impregnar toda la
acción de gobierno municipal incidiendo, sobre todo, en la adaptación al Cambio Climático y reducción/mitigación
de sus efectos haciendo una correcta transición
ecológica de la economía municipal, prestando especial atención a los
aspectos energéticos, de movilidad y mejora de la calidad del aire. La lógica
ambiental y urbana tienen la obligación de ser complementarias.
· Hacer los espacios públicos con perspectiva de género. Todo lo que da vida a la ciudad, debe
estar en la ciudad, no alejado de ella. Hacer la ciudad habitable es hacerla
más amable, donde los equipamientos públicos vuelvan a ser la centralidad que
condiciona entornos donde vivir mejor, que favorezcan la natalidad y el
envejecimiento. Entornos públicos más seguros, bien iluminados y ajardinados
para que sean flujo continúo y continuado de vecinos y vecinas buscando
localizar usos de proximidad donde conciliar vida familiar y laboral, o
generando usos modales de transporte más lógico e inteligente.
· Colaborativas e
integradoras. La nueva economía ciudadana
debe tener en la ciudad su lugar de encuentro, sobre una base firme de espacios
industriales y comerciales articulados entorno a una ciudad que apuesta por la economía
circular y el conocimiento en la búsqueda constante de creación de empleo digno
y de proximidad. Mayor participación en las grandes decisiones (planeamiento,
presupuestos, inversiones…), recuperando el concepto de que votar no es la
única manera de colaborar con la ciudad.
· Con una planificación
urbanística crítica. El urbanismo puede
solucionar problemas sociales, pero también puede agravarlos. En este sentido,
el denominado “nuevo urbanismo democrático” debe ocuparse, sobre todo, de la
ciudad existente, haciendo de la Rehabilitación, Regeneración y Renovación
Urbanas el leiv motiv sostenible de
la acción de gobierno, donde no se valoren, únicamente, estándares de rentabilidad
inmobiliaria. La protección a los espacios naturales y a la biodiversidad,
hacer una ciudad sin barreras, disfrutable por parte de todos y todas y bien
conectada gracias a una movilidad sostenible deben ser objetivos principales
dentro de una concepción urbanística que contemple como prioritario no consumir
suelo innecesariamente ni hacer usos excesivos del mismo.
· Socialmente integradas. La ciudad se convierte en el espacio común para
reconstruir unos derechos sociales que se han ido perdiendo en función de las
diferentes crisis económicas que han provocado, interesadamente o no, políticas
de austeridad y/o austericidios,
exacerbando las desigualdades de renta,
de educación o de salud. La ciudad existente debe ser la base para un bienestar
de proximidad, con políticas de inclusión urbanas que atisbamos en los últimos
20 años del siglo XX y que tenían como base no dejar atrás a nadie, ayudando de
manera constante a los que peor lo pasan. En este sentido, dotar de vivienda
pública a los vecinos y vecinas debe ser tarea fundamental, en colaboración con
las Comunidades Autónomas, las competentes en esta materia; también generar
redes de atención integral a la dependencia. El objetivo es contribuir a la satisfacción de
las necesidades y derechos sociales de la ciudadanía.
La
aprobación de la Agenda Urbana Española (AUE) el pasado 22 de febrero por parte
del gobierno socialista de Pedro Sánchez ha iniciado un interesante camino. El
objetivo es “…/… marcar la estrategia y las acciones a llevar a cabo hasta
2030, para hacer de nuestros pueblos y ciudades ámbitos de convivencia amables,
acogedoras, saludables y concienciadas.”. Esta agenda, en línea con la aprobada
por Naciones Unidas, pone sobre la mesa los planteamientos integrados de la
sostenibilidad referidos a su contenido social, económico y ambiental. Los
objetivos se resumen en:
- 1Ordenar el territorio y hacer un uso racional del suelo,
conservarlo y protegerlo.
- 2. Fomentar la cohesión social y buscar la equidad.
- 3. Evitar la dispersión urbana y revitalizar la ciudad
existente.
- 4. Impulsar y favorecer la economía urbana.
- 5. Prevenir y reducir los impactos del Cambio Climático y
mejorar la resiliencia.
- 6. Garantizar el acceso a la vivienda.
- 7. Hacer una gestión sostenible de los recursos y favorecer la
economía circular.
- 8. Liderar y fomentar la innovación digital.
- 9. Favorecer la proximidad y la movilidad sostenible.
- 10. Mejorar los instrumentos de intervención y la gobernanza.
Cualquier
ciudad, desde mi punto de vista, debe hacer suyos estos objetivos y así ganar
el pulso a los retos que las grandes ciudades, los enclaves urbanos, nos
plantean en este siglo XXI.
Porque
acertar en los retos de las ciudades es asegurar el futuro de las personas, de
nosotros y nosotras.
Rafael
Gómez Montoya.
Diputado
socialista en la Asamblea de Madrid.
[1]
Apenas un centenar, el 1% del
total de los 8.054 ayuntamientos de entonces y ninguna en municipios capital de
provincia o mayor de 50.000 habitantes. En las elecciones de 2019 han sido un
total de 1.715 en el conjunto de los 8.116 ayuntamientos, el 21´77%, 85 más que
en 2015. El PSOE lidera el ranking de Alcaldesas, con un 25% del total de
alcaldías que ha ganado en las urnas, le sigue C´s con el 22´65% y el PP con un
18´28% de alcaldesas; VOX no tiene ninguna alcaldesa.
[2] De los 67.505 concejales electos en
total en 1979, fueron tan solo unas 2.160 las concejalas electas, el 3,2%.
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