Muchas gracias, José Luis,
gracias a los patrocinadores de este Fórum. Sin duda, es un lugar muy singular
que propicia un tipo de discurso y de conversación muy necesarios, y no tan
frecuentes. Y muchas gracias Cristina, Cristina Narbona, presidenta, por el
estímulo de tus palabras y de tu compromiso. Y gracias a todos los asistentes
por vuestra presencia.
No se trata de realizar ahora
el debate del estado de la Comunidad de Madrid. La política es muy importante
pero no caeré en el error de reducir la región a los asuntos y cuestiones
políticas. Sé que quienes estamos aquí tenemos intereses y convicciones con otros
horizontes que no se limitan a la vida y a la acción de los partidos. Ellas son
algo decisivo, pero sé también que no se molestarán si no me centro
exclusivamente en los dimes y diretes de las peripecias políticas de Madrid.
Sería tan insensato decir
que cuanto sucede en la Comunidad de Madrid es maravilloso como señalar que es
un desastre. Reconocemos el esfuerzo y el trabajo de tantos para poder decir
con justicia que la Comunidad nos resulta extraordinaria. Pero, eso sí, con
decirlo no avanzamos.
Por eso adoptaré otro
punto de vista. La situación de la Comunidad de Madrid es difícilmente
sostenible y en no pocos aspectos insostenible.
¿En qué sentido? Es lo que voy a tratar de explicar esta mañana aquí.
Las políticas que se aplican
sustentan el poder pero no empoderan a la Comunidad y a sus ciudadanos a través
de unos adecuados servicios públicos. Sustentan
el poder pero no sostienen la
Comunidad: ni en su regeneración, ni en su transformación.
Además, no solo es poco sostenible
sino que, para empezar, desde el punto de vista de la igualdad es insoportable, ética y políticamente, con
malos resultados en indicadores de justicia social.
La Comunidad no
desarrolla sus magníficas posibilidades. Es una Comunidad de gran iniciativa, abierta,
de enorme potencial y capacidad que, por políticas que se limitan a hacer remiendos y
retoques, por un Gobierno que no ofrece nuevas perspectivas,
proyectos y horizontes, podría calificarse de una Comunidad inexplorada, que no explota sus propias
posibilidades, que está por dar lo mejor
de sí, que no aprovecha sus
potencialidades. Y ello a pesar del esfuerzo de los madrileños y madrileñas,
que políticamente parecen convocados únicamente a proseguir silenciosos en la
inercia en la que estamos.
Madrid está en la inercia de un modelo continuista, sin
atender a aspectos decisivos como la regeneración y la lucha contra la
corrupción, y la transformación del sistema productivo.
No se acaba de ir a las
causas, ni al manantial, todo se reduce a quedarse en grifos y fuentes, en políticas
sin audacia, que ratifican lo que hay, que confirman modelos sin cuestionarlos,
y proclaman que somos los mejores, preocupados por lucir novedades, y entregados
a la mera actualidad.
Y eso nos parece una
malversación de posibilidades, tanto como la mediocridad o la incompetencia. Y
espero que nadie crea que ese ha de ser el camino a seguir.
No es sostenible una
Comunidad que parece resignarse a no lograr una sociedad más equitativa, digna
y justa y a considerar que esos son sueños de visionarios, política poco útil o
poco pragmática. Ello permite no ser políticamente acogedor, como se ve con los
refugiados o los desplazados.
Y con una caracterización
paradójica: la paradoja del intervencionismo liberal, que solo controla para
favorecer intereses concretos en nombre de la libertad
No siempre lo que hemos
de afrontar y combatir adopta la forma de otro entusiasmo, o de enormes
dificultades que se nos oponen. Muchas veces lo más difícil es superar la
desidia amorfa e indolente de quienes consideran que no hay otro modo, ni otro
modelo, ni otra posibilidad de hacer.
¿Basta eso para Madrid?
La ambición de un
proyecto requiere solvencia, y sin capacidad de soñar no la hay.
“La
comprensión de que cualquier acción empieza siempre por un sueño fue para un
artista como Stefan Zweig uno de los impulsos más productivos. Que a menudo pase
mucho tiempo hasta que el sueño se convierte en realidad no es un factor en
contra del sueño”. Volker Michel
¿Cuál es el sueño de
Madrid? Esta pregunta ha de estar vinculada a ¿cuál es la necesidad fundamental
de Madrid? Enlazar los sueños a las necesidades, esa sí que es una verdadera
tarea política y una convicción previa.
La pobreza es el gran
enemigo, el gran aislamiento, la gran soledad: el termómetro de una sociedad. Y
en Madrid alcanza al 21’7%, la tasa más alta de los últimos nueve años, una
situación que afecta a 1,4 millones de personas en esta Comunidad. La pobreza se ha cronificado, y alcanza en
mayor medida a los niños, mujeres, parados y personas con baja cualificación.
Además, se ha generalizado y afecta también a muchas personas que tienen
trabajo, dando lugar a los trabajadores pobres. En Madrid hay más de 700.000
personas que cobran salarios inferiores a los 650 euros al mes. Insostenible no
solo la pobreza, sino también pobre la conciencia que nos suscita a actuar y el
tipo de respuesta ante ella. Se incrementa la desigualdad y aumenta la
diferencia. La economía madrileña crece pero su distribución es tan desigual
que a pesar de hacerlo a 3,7% en 2016, la tasa de pobreza y exclusión social ha
aumentado. No basta la perspectiva reparadora.
Hay quienes consideran
que Madrid va estupendamente. A mí me parece que no.
¿A qué obedece esta
discrepancia? ¿A que ellos o yo no coincidimos en las cifras?, ¿o es otra cosa?
Tal vez la diferencia
está en que tenemos otra escala de valores, otra mirada y en otra dirección. Y
puestos a competir lo más interesante es saber discernirlas.
Stefan Zweig nos propone
un camino muy atractivo, otra forma de competir: “competir en la ambición de disminuir las diferencias”.
Hay a quienes nos parece
que los presupuestos de la Comunidad de Madrid solo miran a una parte de la
sociedad e ignoran a quienes más necesitan
de lo público. Y como muestra de la importancia de cierta escala de valores
valga lo que afirmé en el Pleno de la Asamblea:
“Estos presupuestos no estarían mal si alguien pretendiera gobernar para
confirmar el éxito de quienes ya lo tienen; si se priorizara dar estabilidad a
quienes viven en mejor situación; si se entendiera que no es tan determinante
que haya personas que se encuentren en situación de vulnerabilidad. Serían
adecuados si no se creyera importante que el 20,5% de las personas que tienen
trabajo no siempre lo tengan en condiciones dignas; si resultara lateral que no
se disponga de un modelo productivo que transforme la región; si se creyera que
lo decisivo es ir tirando en un Madrid que no es capaz de proponerse otros
horizontes. Si así se pensara, se comprendería mal o no se comprendería a que
viene esta enmienda a la totalidad”.
Hay políticas que
producen desigualdad. No solo no la resuelven, sino que la generan. Ignorar la
desigualdad y la exclusión permite hacer ciertas políticas, pero no son las que
nosotros defendemos. La desigualdad también lastra el crecimiento económico y
sobre todo no es sostenible ni ética ni políticamente.
Cuando decimos que Madrid
es una comunidad extraordinaria, se trata de hacer de ello no simplemente una
permanente celebración sino, a través de la acción social y política,
convertirlo en condiciones de posibilidad y de oportunidad. Para evaluar el
progreso hay que utilizar además de los indicadores económicos, indicadores
sociales y medioambientales.
Hay situaciones de
emergencia bien indicativas, como los asesinatos a mujeres y sus hijos, que no
cesan, que concitan lo más detestable de una sociedad y frente a la que hay que
actuar con mayor compromiso y destinando a ello más recursos para una formación
más especializada y una evaluación constante de las políticas transversales de
género.
Desde luego, para evaluar
el progreso es imprescindible preservar el Estado del Bienestar. Convendría
analizar en qué situación se encuentra, no solo después de tantos recortes,
tasas y copagos sino, sobre todo, debido a una insuficiente consideración para
con los servicios públicos.
Y este no es solo un
asunto de las familias más pobres.
La encuesta de
presupuestos familiares nos dice que las familias madrileñas están asumiendo
con sus recursos, muy limitados por la crisis, el acceso a no pocos servicios que
deberían ser públicos y esenciales, como la sanidad, la educación y la
protección social ante la falta en no pocos casos de suficiente inversión o
gasto público.
Los servicios públicos
madrileños tienen grandes profesionales. Entonces, ¿a qué obedece que siendo
tan buenos, no pocos ciudadanos de clase media que se lo pueden permitir
busquen acomodo fuera de ellos?
En sus servicios
sanitarios, la Comunidad es también tierra de paradojas y contrastes. Conviven
altos niveles de excelencia en lo extraordinario, en lo excepcional que
afortunadamente afecta a pocos (trasplantes, cirugía especializada y compleja,
cáncer, etc…), con grandes déficits en lo cotidiano que es lo que afecta a la
gran mayoría, la atención primaria, las urgencias, los diagnósticos y el tiempo de espera para las
intervenciones quirúrgicas.
Y la educación, por
ejemplo, no siempre es gratuita. Ni siquiera cuando percibe financiación pública.
Denunciamos la desatención a la educación pública como a la sanidad y el apoyo
a las fórmulas privadas en ambos servicios básicos.
Una educación pública de
calidad es un signo de excelencia de una Comunidad, de un país. Y un signo de
compromiso con la igualdad de oportunidades. Para nosotros es una prioridad, es
la prioridad.
Se hacen imprescindibles
cambios decisivos en educación, dado que se han modificado importantes
parámetros del conocimiento tanto en sus fuentes como en su naturaleza. La
escuela exige capacidad crítica incorporando conocimientos y experiencias con
las nuevas tecnologías como aliadas y base para la innovación y la vinculación
a nuevos empleos. La Formación Profesional al respecto precisa de mayor
protagonismo. Además, sin adecuadas infraestructuras será difícil organizar una
red de centros educativos.
El entorno legislativo,
organizativo y de financiación ha de tener estabilidad. Si no, no tiene sentido
hablar de atención a la diversidad o de innovación educativa. Estabilidad no
significa fijación en lo inadecuado. La educación ha de ser inclusiva,
integral, y un pacto educativo solo tendrá sentido si es participado y ambicioso
y no se limita a consolidar el actual estado de cosas con intervenciones
puntuales. En eso no nos encontraremos.
A su vez, hasta 17.271
personas en Madrid tienen reconocida su situación de dependencia y sin embargo
no reciben la debida prestación. Por eso consideramos que Madrid, con un nuevo
Estatuto de Autonomía, debe garantizar derechos sociales básicos a los que nos
venimos refiriendo.
Para nosotros estos son
los temas cruciales. La desigualdad es un tema crucial. El debilitamiento de lo
público es un tema crucial. Madrid no
solo es rica, es también cara. Muy cara para no pocos.
Alguien dirá que esta
lectura no es realista porque olvida que, como dice el ejecutivo, “este Gobierno
genera empleo”. No entro en el debate sobre quién es el que lo genera, pero
desde luego en los dos últimos años ha aumentado la temporalidad, que afecta al
18’5% de los asalariados, se han perdido más de 38.000 empleos indefinidos y se
está sustituyendo empleo estable por empleo con fecha de caducidad. Dos de cada
diez contratos firmados duran menos de una semana y hay muchísimas horas
trabajadas fuera de la jornada sin remunerar, lo que supone un empeoramiento de
las condiciones laborales. La estrategia por el empleo firmada ha logrado
algunos resultados. Sin embargo, es necesaria su revisión para hacer frente a
problemas que se cronifican, como la
brecha laboral por razón de género, que se manifiesta en la mayor incidencia
que tiene el paro entre las mujeres madrileñas, así como la falta de protección
de los parados, ya que más de la mitad están fuera del sistema.
Hay más de 380.000
autónomos de nuestra Comunidad que bien saben que persisten problemas como el
elevado número de bajas, que afectan, sobre todo, al pequeño comercio. Nuestras
pymes -la mayoría micropymes- comparten también la necesidad de planes de
competitividad, acceso a la financiación y apoyos.
En Madrid no hay un
modelo de crecimiento sostenido y sostenible. Crecemos de forma desigual,
también territorialmente. Bien lo saben los ayuntamientos. Madrid necesita un pacto municipal y un plan estratégico
regional. Se genera riqueza en pocos sectores económicos, principalmente en
actividades ligadas a los servicios, mientras se descapitaliza la industria,
sector de mayor valor productivo y buenos empleos, y se desatiende la
planificación y el desarrollo de polígonos y zonas industriales. Todo esto
conjugado con fantasías por ver, como el anunciado desarrollo similar a Silicon
Valley en Madrid.
Estamos lejos de un
empleo digno y de calidad y de un salario que permita un proyecto de vida digno
y autónomo para todas las personas. La situación es especialmente alarmante,
social y significativamente impresentable, en el caso de los más jóvenes. Uno
de cada dos se encuentran en paro en Madrid, y los que trabajan lo hacen, en la
mayoría de las ocasiones, en situación de precariedad. Es preciso generar y fomentar
condiciones con un plan de enlace que sirva de soporte y guía para ayudar,
orientar y acompañar sus decisiones. Sin alquileres accesibles para vivienda ni
ayudas resulta poco realista hablar de emancipación en la región.
El Estado de Bienestar
exige de modo fundamental unos buenos sistemas públicos, pero a su vez, una determinada concepción de la economía,
una economía con la educación en su corazón, una economía con corazón, una
economía con dimensión social, una economía que no olvida que es una ciencia
social, una ciencia humana, una economía que “además” hace acción social, una
economía basada en el conocimiento y que incluya una verdadera transición
ecológica, una economía sostenible.
Ello empieza por afrontar
el cambio climático mediante la adopción de medidas excepcionales basadas en el
conocimiento científico. Esta es una preocupación que compartimos la mayoría de
los países, en particular nuestros socios de la Unión Europea. El
ultraliberalismo no quiere oír hablar del medio ambiente, pero nosotros estamos
muy comprometidos en esta batalla.
En este sentido, nuestro
Grupo Parlamentario propuso una Ley de Cambio Climático para Madrid que ni
siquiera fue tomada en consideración por la negativa del Grupo Popular y del
Grupo Ciudadanos.
Hablamos de economía
descarbonizada y eficiente en el uso de los recursos naturales escasos, algo
urgente, sobre todo en la ciudad de Madrid y en municipios de la primera y
segunda corona metropolitana. Es necesario aprovechar el potencial de creación
de empleo de la “economía verde”.
A su vez, desde el Grupo
Socialista hemos presentado 196 enmiendas al Proyecto de Ley de Urbanismo y Suelo
de la Comunidad de Madrid.
Nuestra convicción es que
los suelos públicos deben ser siempre para equipamiento público y reserva de
suelo para vivienda protegida. De cada promoción, el 50% debería ser para esta vivienda.
Se precisa mayor competencia de los ayuntamientos en los planes generales y más
participación, y otorgar más protagonismo a la rehabilitación y a la
regeneración urbana.
Necesitamos una economía
basada en el conocimiento y en los valores determinantes de la investigación,
el desarrollo y la innovación, que no han de adjuntarse como un capítulo
lateral, prestigioso, sino al que ha de concedérsele un papel central.
La inversión en Ciencia e
Innovación asegura un modelo productivo sólido y estable con crecimiento de
empleo de calidad. Ni Alemania, ni Estados Unidos, ni la región de Ȋle-de-
France, ni Suecia, ni Finlandia, ni el Gran Londres, ni Rotterdam han recortado
su esfuerzo en I+D+i como consecuencia de la crisis, más bien al contrario. Donde
mejor han sobrellevado las complicaciones de la coyuntura económica es en aquellas
regiones en las que hay empleo de calidad, donde hay avances sociales, y en
estos momentos se encuentran en magníficas condiciones para afrontar económica
y socialmente la situación.
Madrid ha de considerar
esas regiones como referencia, por su iniciativa, por la efervescencia de su sociedad, por su
cultura de vanguardia, por su tolerancia y multiculturalidad, todo ello
relacionado en mayor o menor medida con su insistencia en la I+D+i. Comparten
muchos de estos lugares una educación superior de calidad, centros de I+D+i de
excelencia que permiten la cooperación entre universidades y empresas y también
otras instituciones como museos, hospitales, fundaciones, etc … buenas
infraestructuras científicas y de comunicación, una digitalización e
informatización extendidas por todo su territorio. Todas tienen programas y medidas
que impulsan la innovación y el emprendimiento a partir del conocimiento y
también la internacionalización. Y han puesto en marcha mecanismos fiscales,
financieros, administrativos y sociales para favorecer la innovación tanto en
su crecimiento como en el beneficio para la ciudadanía.
Desgraciadamente no es el
caso de Madrid. Esto es especialmente decepcionante si se tiene en cuenta que
una buena parte de la materia prima para construir una región innovadora y moderna
ya está presente. Baste citar como ejemplo que las universidades y los
organismos de investigación de Madrid garantizan un potencial extraordinario de
innovación y de ciencia.
Precisamente por eso hablamos
de un Madrid inexplorado. Es un
auténtico desperdicio no convocar todo este potencial para hacer de Madrid una
región puntera en el mundo. No parece posible avanzar cuando en los
presupuestos solo hay 11,5 euros por habitante dedicados a I+D, cuando Alemania
invierte 855 euros, Francia 693 euros, y en España, en el País Vasco 196 euros,
en Cataluña 80 euros, o en Andalucía 47 euros, o cuando en programas electorales
como el del Partido del Gobierno o en el discurso de investidura de su presidenta
ni siquiera figura la palabra ciencia.
Aunque sea brevemente,
quiero referirme a algunas otras cuestiones muy mejorables en la gestión de la
Comunidad de Madrid. Y quiero empezar por la
situación de la justicia. La carencia de medios de que disponen quienes
trabajan para garantizar la aplicación de la ley y los derechos de todos es
completamente inaceptable. Edificios que no reúnen condiciones, o las carencias
de personal convierten la justicia en lenta o extremadamente burocrática,
ineficiente… Y eso afecta a los derechos de la ciudadanía y a la independencia de
la justicia frente al poder ejecutivo, y disminuye la confianza en las
instituciones. La gestión de los gobiernos del Partido Popular en esta materia
ha sido sencillamente muy mala. Basta mencionar el fiasco del Campus de la
Justicia en el que se malgastaron más de 130 millones de euros en una gestión
aún pendiente de aclarar.
Y mientras, seguimos con
una multitud de materias pendientes, como la implantación de una nueva oficina
judicial o la modernización de las tecnologías o la necesidad de un instituto
de medicina legal, o una política de personal realista, o la debida atención al
turno de oficio. Todo ello dificulta la justicia democrática y el dinamismo
regional.
La Comunidad de Madrid, y
de manera singular la ciudad de Madrid, es un
espacio de acogida, de respeto y de libertad y nos sentimos orgullosos de
ello. Hemos sido abanderados en la lucha por los derechos de gais, lesbianas,
transexuales y bisexuales, intersexuales … (España ha sido pionera en esta
lucha y Madrid lo ha sido de una manera especial). Estos días de celebración
del World Pride Madrid 17 quiero
felicitar a todas las personas que han hecho posible que, junto a otras
ciudades europeas, Madrid sea un espacio de libertad para todas las personas. Y
quiero recordar de una manera especial a Pedro Zerolo, con quien tuve el honor
de compartir espacio en la lista en la que concurrí a las elecciones autonómicas
por las que hoy estoy aquí. Una persona valiente y luchadora a quien Madrid
reconoce como un referente.
Y siempre en el centro de toda transformación, la
cultura. Madrid merece tener una gran proyección cultural y desarrollarse
con la cultura. Tiene condiciones para ello y no solo por el inmenso patrimonio
que atesora, sino por su potencialidad de creación. En algún sentido, la
cultura ha sido históricamente maltratada en Madrid y no solo por la crisis, sino
por la falta de presupuesto, de planificación y de gestión, o por su
utilización para la imagen del gobierno de turno. El patrimonio común sigue,
asimismo, no del todo protegido.
La cultura ha de
considerarse como un sector de innovación, de creación y de experimentación,
pero a su vez como un factor económico y patrimonial estratégico para Madrid.
Hay verdaderamente una
exclusión de la cultura, y es importante apoyar el acceso de nuevos públicos. No
puede ser una oferta solo para unos pocos y hecha por unos pocos. Una vez más,
se precisa ambición para Madrid, y apoyar la red de bibliotecas, de centros
culturales, de salas alternativas, de teatros, de cines, de librerías, de
escuelas de música y danza, sin olvidar la educación de las enseñanzas
artísticas. Si no hacemos de la cultura una potencialidad significativa de Madrid
también esta vendrá a ser un factor más de discriminación.
Podría pensarse que todos
estos asuntos son una distracción del objetivo fundamental que hemos señalado
de lograr erradicar las desigualdades y la exclusión, pero, sin ciencia no hay conciencia. Sin
cultura y educación la economía deviene dinerología,
y sin servicios públicos de calidad la mejora de las condiciones de vida no
alcanza a gran parte de la población. Es aquí donde hemos de encuadrar los
debates imprescindibles sobre la política fiscal o sobre la corrupción.
Cuando hay problemas de
financiación o cuando todos hacemos discursos sobre la moderación considero que
es responsable no olvidar que en Madrid hay dos grandes extremismos. Uno de ellos es el sistema fiscal. Creemos las condiciones para un diálogo al
respecto, para lograr un difícil e imprescindible pacto fiscal en Madrid y con
los otros territorios, para que sea progresivo, justo, propicie la atención a
las necesidades y la justa redistribución. Considero que en todos los grupos y
en quienes apoyan y votan a los diferentes partidos hay personas bien dispuestas
a un mayor esfuerzo si fuera necesario, siempre y cuando lo recaudado no
buscara fines particulares, cuando no intereses individuales. Y asimismo
considero que en todos esos grupos y ámbitos hay una mayoría de personas,
honestas y decentes, dispuestas a trabajar por unas mejores condiciones de vida
individual y colectiva.
Ahora bien, el otro
extremismo es pensar que la corrupción
es algo puntual. Y aquí no basta con decir que ha habido abusos de algunas personas
corruptas. Se trata de todo un modo de entender y de concebir las formas de
ejercer la política y el poder, de relacionarse con las instituciones,
entidades y personas, de contratar y de planificar utilizando los caudales públicos
para fines privados. Este modo de entender y de hacer ha permeado y penetrado
la Comunidad de Madrid, cuando no infectado, y no bastará con acciones
puntuales ni con la aplicación de códigos ad
hoc. Se trata de algo endémico, que ha conducido no solo a comportamientos
inadecuados, sino que ha procurado estructuras sistemáticas con enriquecimiento
de personas. Eso sí, presuntamente.
La corrupción deteriora
el compromiso y la acción transformadora. Si Madrid es una Comunidad aún por
desarrollar sus potencialidades, y desde las instituciones parece entregada a
otras ocupaciones, lo decisivo es que además la corrupción paraliza la
transformación y la resolución de los problemas. No es un asunto lateral, es
matricial.
Así que desde el amor a
Madrid es hora de ser exigentes. Para empezar con nosotros mismos y desde luego
con la Comunidad de Madrid de la que formamos parte. Solo así se recuperará la
necesaria confianza para soñar algo
diferente y mejor. Y para hacerlo suceder.
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