Deseamos un cambio en Madrid, no para trastornar la
buena política sino para modificar las formas de gobernar y la realidad de las
condiciones de vida de los ciudadanos. No para trastornar sino para
transformar.
Nosotros hemos ofrecido y ofrecemos un marco abierto
para un diálogo al respecto. Hemos
propiciado espacios, como fuerza más votada, y lo hicimos y lo seguiremos ofreciendo
a aquellos grupos que crean en la necesidad de ese cambio. Comprendemos que el
Partido Popular pretenda ratificar su línea de actuación, lo que nos sorprende
más es que Ciudadanos trate de sustentarla, mientras, a la par, preconiza la
necesidad de regeneración y de cambio. Salvo que entienda que ese cambio
consista en que ellos participen de la continuidad y del poder.
¿Quieren conformar un gobierno que denominan de
centro-liberal y buscan el apoyo de Vox? Si realmente Ciudadanos prefiere
tender la mano a Vox para sustentar al gobierno del Partido Popular, lo
interesante será que lo digan explícitamente. Por nuestra parte, insistimos en
buscar una opción que no bloquee amparándose en bloques fabricados con su
propia argamasa, desde un Ciudadanos que enlaza al PP con Vox ofreciéndole la
mayoría requerida. Primero se construye el bloque y luego se constata que la
situación está bloqueada, incluso enfrentada. ¿Es este el horizonte que ofrecen
para nuestra región? ¿Qué estabilidad es esa? ¿Qué moderación preconizan?
Consideramos que la mayor estabilidad nace del acuerdo
abierto y plural y de la moderación. Por tanto, nos sentimos alejados de propuestas
extremas que ponen en cuestión los derechos y libertades, que no han de supeditarse
a la adopción de las decisiones de gobierno.
Pretender encerrarnos en un bloque y encerrarse
ustedes en el suyo es un grave error. Así no mejoraremos ni reformaremos nada
seriamente.
Hemos buscado abrir este planteamiento y hemos
ofrecido textos y espacios marco de conversación. Y no solos, como ya conocen. El
Grupo Socialista nos hemos esforzado en buscar apoyos entre los demás grupos
parlamentarios para la conformación de una mayoría hasta sumar un total, por el
momento de 64 diputados y diputadas, una cifra que hasta ahora ningún otro
posible candidato ha alcanzado. En este sentido, quiero agradecer la capacidad
de diálogo y la vocación constructiva de los grupos parlamentarios de Más
Madrid y Unidas Podemos en esta Asamblea, y particularmente a sus portavoces
Iñigo Errejón e Isabel Serra. Hemos encontrado respuesta y hemos trabajado
conjuntamente, a pesar de nuestras diferencias, para procurar la base de un diálogo:
un texto abierto para regenerar y transformar la Comunidad.
Propusimos a Ciudadanos el mismo documento de `Bases
para un acuerdo de investidura´ abierto, desde la convicción de que resulta
esencial conformar un gobierno en Madrid que ponga en el centro de su
preocupación abordar y resolver los problemas de la ciudadanía, hacer una
propuesta de regeneración, de moderación y de eficiencia en la gestión de los
servicios públicos, así como la defensa de los derechos y libertades logrados
con tantos años de participación democrática. Esto exige un espacio plural para
ofrecer a nuestra Comunidad una salida digna de la actual situación.
No comprendemos, por tanto, la negativa de Ciudadanos
a dialogar con nosotros. La experiencia de los últimos cuatro años constata que
cuando se trata de iniciativas vinculadas a ideas o proyectos, encontramos entre
diversos grupos no pocos espacios de coincidencia. Lamentablemente, esas
coincidencias se diluían cuando se trataba de aspectos decisivos legislativos,
de investiduras o presupuestarios, en los que Ciudadanos se acabó consolidando como
sostén de los gobiernos del Partido Popular.
Hemos sido la lista más votada. Emplearé las
expresiones escuchadas estos años en la Asamblea por parte de algunos de
ustedes al referirse a su Grupo, el Popular,
como argumento de autoridad para sustentar su refutación a cualquier
cuestionamiento: “Somos el Partido preferido por los madrileños en las urnas,
los ganadores de las elecciones”, decían. Mientras, su socio, Ciudadanos,
argumentaba que los apoyos se prestaban por ser la lista más votada.
A pesar de eso, no cuestionamos la legitimidad de lo
que pudiera resultar del proceso y del debate; es su pertinencia lo que nos preocupa.
Por cuidado a los votantes, a la ciudadanía, y por respeto para con ella, y por
responsabilidad, hacemos valer sus razones para ser preferidos, y no como un
gesto de ostentación o de arrogancia, sino para defender una posición a favor
de un cambio en Madrid tras veinticuatro años de gobiernos del Partido Popular.
Y con algunas secuelas.
Y ello acompañado por una urgencia, la de la necesidad
de responder a los problemas de la ciudadanía con igualdad de oportunidades,
sin exclusiones, por una sociedad próspera y con bienestar, con crecimiento
inclusivo, sin dejar a nadie al margen, y menos en nombre de una libertad
abstracta, considerada aisladamente, sin justicia.
La Comunidad de Madrid es una región de enormes
posibilidades y resultados, pero vista integralmente, como hemos de hacerlo
desde la Asamblea de Madrid, no han de enmascararse en la autocomplacencia las difíciles
condiciones de vida de miles de madrileños y madrileñas.
Presentar un acuerdo entre el Grupo Popular y
Ciudadanos como algo cerrado, mientras se insiste en que van a explicárnoslo a
los demás, pidiendo nuestra adhesión, malinterpreta la noción de consenso, de
diálogo y de participación y preanuncia, de modo inquietante, una concepción
del poder y de la forma de gobernar. Y minusvalora a los otros grupos
parlamentarios de la Cámara.
No pretendan reducirnos a oyentes, a pacientes, cuya
posición solo puede ser la de adhesión o rechazo, ratificando y sancionando lo
ya acordado por ustedes.
Tenemos que sustituir la tendencia a la inestabilidad
y al bloqueo, por la cultura del diálogo y el pacto. Sin embargo, tal pareciera que se sigue
viviendo en el ensueño de una mayoría absoluta para consolidar un bloque y no
en el acuerdo como forma de concebir mayorías. Los madrileños, el 26 de mayo, decidimos
una nueva composición de la Cámara de Madrid.
No es nuestra voluntad ni nuestro estilo descalificar
personalmente, y menos aún suponer que en estos años no ha habido
extraordinarias personas, competentes, honestas y dedicadas, trabajando al
servicio público, también desde el Gobierno, por la Comunidad de Madrid.
Pero es cierto que se ha puesto en riesgo la
arquitectura institucional, por un modo de concebir el poder, por unas
prioridades y unas formas de gobernar que no siempre han puesto en primer lugar
el interés común, sino tantas veces los intereses particulares, incluso los
propios, hasta extremos que bien conoce la sociedad madrileña: Canal de Isabel II,
Campus de la Justicia, Avalmadrid, Lezo, Púnica, Gürtel, a los que la
ciudadanía ha censurado electoralmente y que los tribunales dirimirán a lo
largo de esta Legislatura.
Ahora estamos ante una investidura. Lo razonable es
que un candidato tuviera el espacio para propiciar ese cambio, incluso para
presentarlo, para exponer su programa de gobierno y defenderlo ante el Pleno, para
debatirlo, amparado, esta vez en mi caso por 885.000 votos, 37 diputados y
diputadas, y, hasta ahora, 64 apoyos recibidos. Por el contrario, más bien
parece prepararse únicamente la llegada a quien representa la continuidad de
esos años y de esas políticas, que tanto tienen que ver con la gestión
ineficiente ante la necesidad de reformas.
Ni he renunciado ni renuncio a mi derecho de ser
propuesto como candidato. Convocar una sesión de investidura sin candidato a
presidir un gobierno autonómico ante la `imposibilidad de proponer un
candidato´ porque, según se dice, `no reúne los apoyos para una investidura
viable´ no es a nuestro juicio una interpretación adecuada del mandato
estatutario y reglamentario.
Disentimos de la interpretación realizada, dada la
competencia del Pleno y del derecho particular de cada parlamentario no sometido
a un mandato imperativo. En un parlamentarismo democrático, en nuestra
Asamblea, no ha de descartarse que la decisión individual pueda surgir de los
argumentos expuestos en el Pleno. Había y hay candidato. Lo que ha faltado es
que el presidente lo haya propuesto. Quien ha de ser viable es el candidato. El
Reglamento de la Asamblea no pide que lo sea su investidura.
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