lunes, 9 de mayo de 2022

La violencia sexual en conflictos ARMADOS.

Resumen del libro LA VIOLENCIA SEXUAL EN CONFLICTOS ARMADOS.

Un arma de guerra fuera del control de la legalidad internacional.



Desde el fin de la Guerra Fría, los conflictos armados, las guerras, ya no son iguales. En nuestros días la mayor parte de ellas son civiles, dentro de un mismo estado, en contextos muy inestables y con trágicas consecuencias humanas. Las formas incluyen métodos donde la violación masiva de los Derechos Humanos es habitual, donde se recluta a niños y adolescentes, donde el miedo y el terror son estrategias en un concepto asimétrico de conflicto profundamente violento e ideologizado por razón de etnia, credo o control económico.

A nuestros efectos definimos violencia sexual en conflicto a partir de la resolución S/RES/1820, de 19 de junio 2008, aprobada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en su sesión número 5916. En este sentido hablamos de una violencia con rasgos diferenciadores, distinta de cualquiera de las agresiones sexuales que se observan en zonas que no están sometidas a conflictos armados y que son calificadas como delitos contra la libertad sexual. Por recordar lo que nos dice dicha resolución, hacemos hincapié en la violencia sexual que, en conflicto, se emplea como táctica de guerra con el objeto de atacar a civiles, de manera deliberada, o como parte de una estrategia de ataque sistemático, generalizado y metódico. Porque atacar a mujeres y niñas no sólo genera miedo en la población civil, sino que puede llevar a destruir varias generaciones del supuesto enemigo, generalmente de una etnia contraria a la de los atacantes, lastrando el futuro de los pueblos de manera genocida. Y es que la violencia sexual es una de las herramientas clave en el ejercicio de dominación que una facción pretende imponer sobre la otra, desintegrando el tejido social que sostiene a una cultura determinada. Estas violaciones sistemáticas, deliberadas, masivas, estas campañas de terror se llevan a cabo de diferentes maneras además de la violación, estando presente en estos escenarios bélicos la esclavitud sexual, el embarazo forzado, el matrimonio forzado, la mutilación, el canibalismo, la violación de mujeres embarazadas o ancianas, el incesto o la obligación de forzar relaciones sexuales entre familiares o con menores.

Es en este contexto donde surge la violencia sexual en los conflictos armados. Y somos conscientes de ello porque, además de suceder, son sus víctimas las que hoy nos lo narran en esta era globalizada. Nos referimos a los testigos que la sufrieron, y contaron, en primera persona, primero en la guerra de los Balcanes (1991) y después en Ruanda (1994). En ambos conflictos armados, en contextos de guerra civil, la violación sistemática fue utilizada como estrategia bélica, organizada y orquestada con fines tácticos, en muchos casos también como limpieza étnica, sobre todo desde los años noventa del siglo pasado. La impunidad con que se realizaban estas prácticas obligó a la comunidad internacional a reaccionar. Así, tanto el Secretario General, como el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de Naciones Unidas redactan informes, analizan la situación en aquellos lugares donde ocurre y proponen medidas de prevención, de seguimiento y vigilancia de estas nuevas formas bélicas, además de sanciones a los que las perpetran. Incluso el Tribunal Penal Internacional juzga y condena las prácticas en los conflictos de la ex Yugoslavia y Ruanda. Pero hoy, veinte años después de la Sentencia Akayesu y otros tantos años después de la histórica resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, estas prácticas se siguen sucediendo. En más de veinte países, bien por el conflicto armado, bien por estrategia de terror de la delincuencia transnacional, se siguen produciendo violaciones sistemáticas utilizadas contra la población civil como arma de guerra.

En cuanto al estudio de caso, nos hemos detenido en uno de actualidad: el conocido como Yihad sexual en el autodenominado Estado Islámico (EI), o DAESH. Es éste un sistema de captación y radicalización de mujeres de cualquier parte del mundo por parte de los insurgentes; también un reclamo de miles de mujeres al servicio de los yihadistas en el Estado Islámico.

Desafortunadamente es de actualidad tanto el genocidio del pueblo yazidí como el uso de esclavas sexuales por parte del autodenominado Estado Islámico, así como el fenómeno Muhajirah, como se denomina en árabe a la mujer migrante que ha resultado de gran ayuda tanto para el incremento del número de insurgentes como para dotar de cierta reputación, sobre todo en la Umma, al autodenominado Estado Islámico.

Un gran número de testimonios de mujeres que fueron voluntariamente al DAESH relatan que resultaron engañadas y que se convirtieron en meros objetos sexuales de los insurgentes, por lo que tendríamos una nueva versión del uso que del sexo se hace en un conflicto armado como el que desarrolla el DAESH en Irak y Siria, aunque no sea, stricto sensu, el objeto del presente estudio.

Además se hace un estudio pormenorizado con respecto del interés científico que la Criminología y la Victimología tienen en los conflictos armados y sus consecuencias. Así la violencia sexual en conflictos armados es analizada desde las principales teorías criminológicas y victimológicas de la historia, llegando a la conclusión de que la Criminología del siglo XXI debe ser la de los Derechos Humanos y ocuparse, entre otros, de este importantísimo y dramático asunto.

Lejos de su solución, esta práctica se generaliza en los conflictos armados y se interrelaciona, de manera preocupante, con la trata de seres humanos, el terrorismo y la delincuencia transnacional, ante la perplejidad de una comunidad internacional que va muy por detrás de los acontecimientos.

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