Intervención de Ángel Gabilondo Fórum Nueva Economía
Madrid, 17 de diciembre de 2018
Todo
cuanto yo sea capaz de decir y de vivir políticamente se inscribe en estos 70
años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y en los 40 de la
Constitución Española, que tanto celebramos, y con razón.
Que
Francisco (Quico) Tomás y Valiente nos haya introducido en esta intervención
con sus palabras es un reconocimiento a los hombres y mujeres que han vivido y
viven por los valores que comparto.
Y
símbolo del afecto, respeto y agradecimiento para con su padre, Don Francisco Tomás
y Valiente, quien fuera presidente del Tribunal Constitucional, asesinado por
ETA en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid en 1996. Baste la alusión
para recordar con firmeza que nada ha sido fácil y que tu padre, Quico, ha sido
y es un ser de referencia y un ser horizonte para todos nosotros. Y lo digo con
emoción agradecida.
Mientras,
en ocasiones parecería que estamos ante una política ansiosa y a la par perezosa.
No deja de haber urgencias, pero sin la paciencia del trabajo para los acuerdos,
la articulación y las necesarias reformas, los pasos serán titubeantes o
desacertados.
No
habrá transformación política sin transformación social, sin transformación
personal, sin transformación de la política.
Mi
preocupación por Madrid no está al margen de mi preocupación enorme por la
situación de Cataluña, de mi preocupación por España. Y mi voluntad de entrega
a la tarea que me ocupa es una voluntad de entrega a los desafíos del país, a
los desafíos de España.
Quisiera
situar esta intervención bajo dos auspicios:
1.
La ciudad inacabada. Mural que preside el hemiciclo
de la Asamblea de Madrid y que Lucio Muñoz no pudo ni siquiera ver instalado.
Símbolo de una tarea, la de una Comunidad por construir.
2.
El artículo 10 de la Constitución.
“La
dignidad de la persona, el libre desarrollo de la personalidad, los derechos
inviolables que le son inherentes, el respeto a la ley y a los derechos de los
demás, son fundamento del orden político y la paz social”.
Y
este es el camino y el procedimiento, la defensa de los derechos y el respeto.
Derechos = fundamentos
Los
derechos no son entidades abstractas, son fundamento, poseen fuerza
transformadora, y no son meros anhelos. Y una alerta: sin cuidar ese fundamento
peligra el orden político y la paz social.
En
un contexto en el que con frecuencia se confunde el necesario coraje cívico con
el tono pendenciero o descuidado o la interpelación personal, que parecen
definir el estilo de cierta política que estima que ser incisivo o realista
consiste en ser desconsiderado, seguimos proponiendo la mesura y la moderación
no exentas de firmeza y determinación; lejos de los extremismos, que finalmente
siempre producen alguna suerte de retroceso o de involución o deterioran los
consensos. No cedamos a la pereza.
Y
así lo denomino, pereza, la de rendirse al inmediatismo sin el necesario
trabajo ni paciencia para elaborar conjuntamente propuestas, para abordar las
reformas y las transformaciones precisas. No hemos de entregarnos a los
efectismos en las declaraciones, en las intervenciones, en los parlamentos y en
los medios de comunicación. Propiciemos el trabajo intenso, riguroso y
participativo, sin quedar aturdidos por el ruido de la actualidad y de lo
anecdótico.
No
se trata de ignorar la discordia o la disidencia, se trata de que la política no
se reduzca a eso. No comparto la política en la que, en lugar de escuchar y
argumentar, se acude sin más dilación a la interpelación personal, cuando no a
la descalificación. Eso es, a mi juicio, política distraída, política de la
distracción.
Y
mientras nos ocupamos de nuestro ego y de nuestro reconocimiento o de nuestro
poder, no somos capaces de afrontar los problemas y las necesidades de la
ciudadanía.
Decir
que vivimos en tiempos convulsos, tiempos de incertidumbre, no nos evita tener
que elegir, tener que decidir. Y las urgencias son tales que es preciso
intervenir. Podemos ignorar lo que ocurre en esta Europa nuestra, tan querida,
tantas veces extraviada, pero siempre referencia, siempre necesaria. Y llegan
voces de desaliento, de descontento. Pero, sin embargo, Europa es el camino, el
único camino posible, sin plegarnos en la satisfacción de unas vidas aisladas.
No hemos de hacerlo ni siquiera estando en España, en Madrid, Comunidad de
grandes posibilidades y suficientemente rica, aunque sostenida en unos mimbres
que podrían resultar asimismo inciertos, si no profundizamos en la equidad y en
la justicia, si no atendemos a la situación de no pocos desalentados y sin
horizontes. Y hoy, lejos de todo planteamiento quejumbroso o resignado, cuanto
digamos o propongamos ha de partir de esta consideración.
Convicciones y valores
Cada
vez resulta más claro que hemos de preguntarnos desde qué convicciones y
valores se adoptan las decisiones, cómo elegimos, cómo jerarquizamos las
prioridades. Porque en ocasiones la razón del desencuentro es que partimos de
posiciones bien diferentes al respecto.
Para
promover esta necesaria transformación se requiere confiar en los ciudadanos y
las ciudadanas, en su dignidad y en su generosidad. ¿Es ingenuo hacerlo? ¿Debemos
proponer un proyecto para Madrid desde la convicción de que la mayoría es interesada
y solo busca su bien particular, su beneficio y rentabilidad económica? No es
así. ¿Considerar que en Madrid hay muchísima buena gente y competente es una
fantasía? ¿Hacerlo sería impropio de un político o de un directivo? Pues yo
estimo que no.
¿Es preciso desconfiar de la dignidad de la
sociedad para ser eficiente? En absoluto. ¿Se puede requerir un esfuerzo sin
que eso suponga una inmediata rentabilidad personal? Mi respuesta es
afirmativa.
Los
ciudadanos y ciudadanas de Madrid son, somos, pragmáticos, muy pragmáticos.
Sería interesante detenerse a qué obedece eso. No es el momento. Pragmáticos,
pero no personas que solo se activan por las ventajas pecuniarias.
Si
estoy equivocado y si no hay nada bueno que esperar de la ciudadanía ni de la
política, cuanto diga y propongamos resultará inadecuado. No comparto que lo
que importa sea aparentar en vez de argumentar, lucir más que iluminar, despreciar
otras propuestas en lugar de debatirlas o confrontarlas. Caben otras
excelencias, la de la cohesión e integración, la del cese de la discriminación
y la de la irrupción de un proyecto de democracia social basada en la
universalidad de los derechos individuales y colectivos.
En
esta ocasión y en este momento me es más importante convocar esta confianza que
desplegar toda una retahíla programática.
Sin
embargo, sí encuentro que esta es una ocasión para ofrecer las líneas sobre lo
que ha de construirse y configurarse una acción de gobierno solvente y
transformadora, base de las decisiones que han de adoptarse.
Y
empecemos por reivindicar exactamente eso, la solvencia, clave para la
eficiencia en la gestión.
Apropiaciones indebidas
Si
hay necesidad, si hay problemas, si hay tareas, hemos de reivindicar personas, equipos,
experiencias y capacidades para gobernar y gestionar adecuadamente; con
decencia, desde luego. Y sin apropiaciones indebidas. Ninguno de los presentes
necesita que desgrane lo que ha sucedido al respecto en nuestra Comunidad. No pretendo
construir sobre ningún resentimiento, pero es imprescindible dilucidar lo
sucedido con el Campus de la Justicia, con el Canal de Isabel II, con Nuevo
Arpegio, en los procesos de Púnica, etc; y exigir las responsabilidades
políticas correspondientes. Los jueces hacen y harán su trabajo en lo que
corresponda. Pero la regeneración es también una auténtica necesidad de nuestra
labor.
El
autoarrogarse por parte del Gobierno de Madrid capacidad de gestión competente
no se corresponde con sus resultados. Por ejemplo, bastaría recordar el incremento
de la deuda en un 34% en esta Legislatura, sin especial relevancia en ningún
proyecto singular específico. La deuda pública ha crecido 8.595 millones,
siendo de 33.489 millones.
Este
crecimiento de deuda no ha servido para transformar económicamente la
Comunidad, adaptándola al dinamismo del Siglo XXI, ni para luchar eficazmente
contra la pobreza y exclusión social, ni para garantizar unos servicios
públicos que generen seguridad y bienestar a los madrileños.
Madrid inexplorado
¿Y
por qué hablamos de la ciudad inacabada, de un Madrid inacabado, de una
Comunidad por construir? “El ser humano está ligado intrínsecamente a la
construcción, lo está también a la destrucción”. (Heidegger).
Frente
a la velocidad desmedida, la globalización, la urbanización, la
industrialización, la gentrificación, la xenofobia, que él citaba, yo añado el
desafío tecnológico. Este listado resume la situación en que se encuentra el
mundo.
Sin
embargo, solo hay comunidad si hay espacios y posibilidades para lo común, para
el bien común: para vivir próximos, cerca y dignamente. Y no siempre Madrid es
habitable. Hay mucha soledad y mucho silencio.
Y
aunque Madrid tiene muchísimo porvenir, no bastará con lo que venimos haciendo.
La Comunidad está en la parálisis de proyectos de alcance.
No
basta con criticar la mediocridad de lo hecho en estos años, sino que hemos de
asumir el desafío de romper esa dinámica. Se trata de convocar, de llamar a
participar, a intervenir, a no claudicar. No nos podemos permitir el desaliento.
Todos podríamos encontrar un motivo, una razón o una excusa, para ceder, pero
no se trata de eso, sino más bien de lograr otro modo de proceder.
Generar bienestar y riqueza
Para
que ello resulte viable y sostenible es preciso no supeditar el modelo
económico a los servicios, y muy singularmente a los financieros, por muy
importantes que sean. Y lo son. Ni al suculento turismo, ni a la industria aún
sin potenciar ni reactivar.
Sostener
el modelo en los servidores públicos o de la Administración o en los altos
directivos prestigia a la Comunidad, pero solo con ello no se ofrece un modelo
con porvenir y buenas perspectivas.
Madrid
tiene un potencial aún inexplorado. Dispone de ideas, personas, equipos, conocimiento,
conciencia y recursos para no resignarse a lo que ya es. Un talento creativo
extraordinario, con una gran capacidad de acogida y aceptación de la
diversidad. Y requiere impulso político, y no simple inercia. Y un proyecto que
no se reduzca a mantener una situación, cuando no un poder. Un modelo como el
actual, si cabe denominarse así, está, a nuestro juicio, y tras veintitrés
años, agotado.
La
reindustrialización es sin duda importante. La apertura de nuevos ámbitos de
producción y de creación también. Asimismo, ofrecer posibilidades para el
talento, cuidarlo y potenciarlo. Pero se precisa toda una economía del
conocimiento, basada en la ciencia y la innovación. Y la Comunidad dispone de
universidades, centros de investigación y una capacidad en ocasiones poco
articulada y diseminada en potencialidades sin vertebrar. Y ni siquiera reconocida.
Madrid
es una región con un potencial único para un desarrollo económico sostenible y
moderno, basado en el emprendimiento, el conocimiento y el trabajo autónomo.
Contar con siete universidades públicas, una situación geográfica privilegiada
y de conexiones con áreas de interés, un sector económico y empresarial
dinámico y flexible, o ser el nexo de unión cultural y comercial de Europa con
África mediterránea y América Latina supone claras oportunidades para el sector
del emprendimiento y del trabajo autónomo.
Para
conseguir ese desarrollo sostenible de región se precisa un esfuerzo austero
pero eficaz por parte de la Comunidad de Madrid, y una correcta orientación de
la política económica hacia la innovación y el conocimiento, facilitando y
potenciando las oportunidades y el papel de emprendedores, autónomos y pequeñas
empresas, que son la única garantía de dinamismo, adaptación y consolidación de
empleo de calidad y generación de valor añadido.
Si
la Comunidad de Madrid cree en eso, debe apostar por ello, compartiendo no solo
objetivos y estrategia de región, sino también riesgos y compromisos por esa
apuesta.
Este
es un camino que, además, nos ha de vincular y nos vincula a la mejor Europa,
la Europa de la cultura, la Europa de las universidades, la Europa de los
derechos, la Europa social. El trabajo en red europea, como hacen algunas
universidades de la Comunidad, es decisivo para el desarrollo del conocimiento,
pero asimismo para el desarrollo económico y social. Y para afrontar retos bien
concretos: la energía, el agua, la pobreza, el equilibrio territorial y
demográfico etc.
Oportunidad sin exclusiones
Nuestra
prioridad es la lucha por la igualdad o contra la desigualdad, y para ello
resultan determinantes los servicios públicos. Cuidar de lo público, mejorar
cada día la calidad de los servicios que igualan a todos los ciudadanos y que
son fundamentales para preservar su derecho a la salud, a la educación, a la
asistencia social, ha de constituir el factor decisivo y fundamental de la
acción del Gobierno de Madrid. Y hay demasiados datos para estar preocupados e
incluso disconformes. La desconsideración para con no pocos servicios, Atención
Primaria, salud mental o residencias de mayores; el estado de no pocos centros
educativos, la situación del personal y sus expectativas y horizontes; la
atención insuficiente a las personas con dependencias severas son síntomas de
una política que parece tener otras prioridades.
Por
ello hemos de garantizar el sostenimiento de los servicios públicos. Y a su vez,
es determinante el cumplimiento del artículo 31 de la Constitución, que habla
de la necesidad y del deber de sostener los gastos públicos de acuerdo con la
capacidad económica de cada quien. Considerar, como torpemente suele decirse,
que donde mejor está el dinero es en el propio bolsillo se compadece mal con
este artículo de la Constitución, además de prestarse a facilonas lecturas.
Y
ese sostenimiento se produce mediante un sistema tributario justo, inspirado
como señala la Constitución en los principios de igualdad y progresividad.
Bastaría una interpretación cabal de este artículo para considerar falaz un debate
reducido a subir o bajar impuestos sin más. Y entonces resultaría igualmente
desacertado presumir de subirlos como nadie, o de bajarlos como ninguno se
atrevió. Un debate riguroso y serio al respecto está por hacerse en Madrid y no
resulta muy adecuado proponerlo como arma arrojadiza partidista o
electoralista.
Sí
puede ser un elemento identificador, sobre todo si se comprende que el objetivo
final no es la mera recaudación, sino el bienestar que se corresponde con una Comunidad
rica, que lo es, y hace ostentación desde su Gobierno de serlo. Y desde luego,
es necesario acabar con la rivalidad entre comunidades y al respecto hacer
propuestas de diálogo entre ellas para armonizarlas, asumiendo cada uno y todos
juntos la necesaria corresponsabilidad fiscal.
Y,
sin embargo, en no pocas ocasiones la política de Madrid ha respondido más bien
a intereses particulares o a un trato de favor que al bien común. Por ejemplo,
en el urbanismo o en la Ley del Suelo, o en los procedimientos de contratación.
Todo
comienza por establecer que han de impulsarse y promoverse en las políticas de
empleo los caminos de la oportunidad y del acuerdo. No compartimos una política
que parece centrarse en una singular creación de empleo, más preocupada por su
cantidad que por su calidad, dadas las condiciones laborales, su precariedad, su
inadecuada remuneración, y las horas extraordinariamente “extraordinarias”. ¿Somos
capaces de sentir dolor, dolor social, al saber que hay trabajadores pobres y
mayoritariamente, trabajadoras pobres? Si nos resulta indiferente, de poco vale
hacer ostentación de Producto Interior Bruto (PIB) superior.
Pero
dado que no es el caso, combatirlo ha de ser una prioridad.
Procedimientos participativos
El
final de las mayorías absolutas no ha sido un mero acontecimiento electoral. Es
la expresión de una sociedad que se sabe y se quiere diversa y plural. Y eso
requiere no solo de políticas sino otro tipo de políticos, más abiertos y
dialogantes aún, más dispuestos a escuchar. Y, sin embargo, parecen pretender
imponerse aquellos más empeñados en decir: “me van a oír”.
Se
necesita otra política y otro concepto de la participación.
El
acuerdo no es ni siquiera solo una necesidad, que lo es. El acuerdo es ética
pública, voluntad ciudadana, y los diputados y diputadas hemos de responder
ante quienes nos eligen, con lealtad a las formaciones que nos albergan, pero
representamos a la ciudadanía. No hemos de ser partidistas ni sectarios.
Por
eso no es suficiente con buscar apoyos parlamentarios, se requieren acuerdos y
consensos que no se conforman con la legítima confrontación de propuestas
sociales.
Pero
en nuestra Comunidad de Madrid ni siquiera se establecen contactos previos para
las decisiones importantes, por ejemplo, la de los presupuestos. Los pactos han
de labrarse desde el inicio de cada elaboración y a lo largo del proceso. Se
busca a última hora el comentario al margen, o al pie de página, cuando no la
adhesión a lo suscrito. Y se invoca entonces la necesidad del pacto.
Y
sigue habiendo una cultura de mayoría absoluta, que produce marginación de
posibilidades, A nuestro juicio, en nuestra Comunidad se gobierna desde la
previa sensación de no necesitar a la mitad de la población, a quienes
eligieron y nos eligieron.
De
hecho, lo más notable de la legislatura es lo que hemos logrado hacer juntos
con al menos el acuerdo de tres grupos, cuando no por unanimidad, alcanzando un
gran consenso: el Pacto Regional por la Cañada Real, el Reglamento de la
Asamblea, la Ley de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de Morir,
la Ley de Protección, Reconocimiento y Memoria de las Víctimas del Terrorismo,
las leyes como la Ley de Transexualidad, o Contra la LGTBifobia.
Estas
decisiones son las que tendrán más recorrido y estabilidad. Siempre y cuando se
desarrollen y ejecuten adecuadamente, “presupuestadamente”, y se cumplan. Y
desde luego nosotros trabajamos y trabajaremos para que sea así.
Desconcierta
que aún hoy se confunda la igualdad con la homogeneidad. De ello se deducen no
pocas prevenciones exhibidas como auténticas excusas. La desigualdad
(económica, social, territorial y de género) ha de afrontarse como una absoluta
prioridad. Nuestra Comunidad no merece esta situación, que puede y debe
abordarse con determinación. Pacto contra la pobreza, contra la brecha
salarial, contra la violencia de género, pacto local y territorial, y que no
todo quede supeditado a mejoras puntuales, a acuerdos no siempre transparentes
y que han de ser con criterios objetivos y compartidos. La igualdad no es solo
un horizonte, es todo un procedimiento, un modo de proceder.
Precisamente,
la Declaración Universal de los Derechos Humanos surge como un plan de acción
global para la libertad y la igualdad, para velar por los derechos de las
personas y en todas las condiciones y lugares. Y de eso se trata, de libertades
y de derechos.
Y
desde luego hay diferentes termómetros de la buena política, pero uno decisivo
es cómo considera y trata a la infancia, a los mayores, a los más vulnerables.
Hoy resulta muy significativo qué somos capaces de proponer y de demandar a los
más jóvenes, a las más jóvenes, sin paternalismos. Madrid necesita activar y
concretar el Plan de Empleo Joven en línea con el Plan de 50 Medidas para
reducir la tasa de paro, presentado por el Gobierno de España de acuerdo con
los agentes sociales: plan integral y transversal que no se limite a la precarización
y cuide la formación con competencias. Si bien el problema de la vivienda y su
alquiler concierne de modo decisivo a toda la población, los más jóvenes, con
dificultades para lograr autonomía y desarrollar proyectos de vida. Jóvenes en
gran parte trabajando en servicios, son víctimas singulares de la falta de
pisos de promoción pública, en un contexto de amenaza de burbuja inquietante.
Transformación serena
Precisamente
por todo ello quienes deseamos, yo desde luego lo deseo, un cambio riguroso y
solvente en la Comunidad de Madrid, hemos de convocarnos para superar una
situación que tiene no pocos aspectos insostenibles, con un modelo sin horizontes,
y para merecer confianza para lograrlo. Conjuntamente. Solo las comunidades y
los países que basan su prosperidad en la cultura y en la educación, en la
ciencia y en la innovación, tienen posibilidades de un desarrollo equilibrado y
justo. Y desde luego únicamente será sostenible con una economía que no se
limite a basarse en el mero crecimiento. Solo un progreso justo que responda a
las necesidades tendrá estabilidad. Y si se subraya que no hay adecuada
economía sin ecología, sin transición ecológica, solo así habrá un camino
duradero.
Cultura
y educación no como mera adquisición de conocimiento, o exhibición de ello,
sino como todo un proceso integral, social, de cuidado y cultivo personal y
colectivo para propiciar esa imprescindible dignidad. Y afrontar un mundo
diferente.
La
Comunidad de Madrid dispone de condiciones para no resignarse y situarse entre
las regiones europeas de mayor éxito, pero sin descuidar el PIB ni considar que
eso lo es todo.
Madrid necesita un impulso transformador en su dinámica económica,
industrial, de productividad y sostenibilidad, que nos permita adaptarnos al
nuevo marco de desarrollo global. Esta es la única manera de facilitar la
consolidación y el crecimiento a emprendedores, empresas, comercios, autónomos
y ciudadanos en general con voluntad de ejecutar proyectos y activar
iniciativas. Y este sin duda sería el mejor camino para generar empleo estable
y de calidad y para acabar con la lacra de la pobreza que sigue siendo un
lastre para el desarrollo de la región. Y hemos de poder lograrlo. Sin ello se
ven afectados los derechos y libertades. Y tiembla la Constitución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario