viernes, 10 de julio de 2015

Hacer por hacer

El ruido no hace bien, y el bien no hace ruido. San Vicente de Paúl.


Dice mucho sobre nosotros cómo actuamos ante los retos de la vida. Viendo a nuestros semejantes somos capaces de discernir su actitud sobre las cosas y, por ende, saber cómo son. Es verdad que utilizamos un tapiz propio, interno,  para matizar lo que vemos y subjetivizar la acción pero, generalmente, queda patente y evidente qué se pretendía hacer y, obviamente,  qué consecuencias se preveían  que tendría lo hecho. Es una de las reglas de la vida.

Es una gran responsabilidad dedicarse a la vida pública. Y un gran honor representar a los ciudadanos y ciudadanas. Cuando se administran los intereses que ellos y ellas han depositado en una determinada persona se exige del administrador rigor y conciencia para resolver los problemas del mayor número de vecinos y vecinas posible, con  respeto a la legalidad y determinación por la verdad. Al tomar una decisión no se contenta a todos, eso es irrebatible; pero hacerlo con la convicción de hacer lo correcto, es digno de quien lo hace, aun previendo las consecuencias que esa decisión puede tener, sobre todo si se tienen en cuenta los intereses de la mayoría. 

No podemos decir lo mismo sobre el que hace las cosas basándose en el cortoplacismo. Frecuentemente el que o la que se sirve de este método, se equivoca. Quizá no en un primer momento, porque sirve a sus planes, pero sí a medio plazo, porque queda en evidencia alguna de las posiciones que se mantuvieron o entonces, en ese primero momento, o ahora, con el paso del tiempo. Además, esas posturas suelen ser contradictorias. Claro que, salvo que nos lo recuerden, lo normal es que nadie se acuerde de aquello. La memoria es selectiva, otra de las reglas de la vida.

Por eso nunca debemos dejar de aprender. En todos los ámbitos. La formación académica o profesional condiciona nuestra actitud; pero sobre todo de la gente, de unos y de otros. Y hacer lo que creemos que hay que hacer nos honra como servidores públicos, explicando en cada momento por qué se hacen las cosas. La transparencia que siempre debe mostrarse en política y que se reclama hoy día con más fruición,  tiene que servir a la verdad, porque sólo desde la verdad y desde las firmes convicciones se puede mejorar la vida de la gente. La digna responsabilidad de la política sólo se concibe así. Hacer por hacer, por lo tanto, ni sirve ni es útil para ninguna faceta de la vida; tampoco en política.


Como suele decir Ángel Gabilondo, hay una cosa que resulta peor que perder, y es ganar a cualquier precio. 

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