“Es impresentable y en cierto modo bochornoso que Madrid sea una Comunidad rica y, al tiempo, la Comunidad de las desigualdades”
“Cambiar esta situación exige estrategia de inclusión, mecanismos de coordinación y planes específicos”
“La solución pasa, entre otras cosas, por una adecuada protección laboral y una política fiscal equitativa”
“La cultura y la educación combaten la miseria y la ignorancia”
“La pobreza es la mayor causa de enfermedad y de mala salud”
“Aprobemos resoluciones y medidas que se oriente a modificar las causas estructurales de esta desigualdad. Sólo así transformaremos Madrid de modo justo”
“Las convicciones, no lo olvidemos, a los presupuestos”
Oímos decir con frecuencia en esta Asamblea que Madrid es la primera, es el motor, es la mejor. Nos comparamos con otras Comunidades y nos mostramos autocomplacientes y satisfechos, incluso aliviados. Podemos compararnos con otros, pero la primera y fundamental comparación es con nosotros mismos. No se trata de lo que nosotros hacemos y somos, y de lo que hacen y son los otros. Lo decisivo es la comparación entre lo que hacemos en Madrid y lo que podemos hacer. Es la comparación entre lo que hacemos y deberíamos hacer. Y al respecto, la situación resulta, en nuestra Comunidad, muy lejos de lo que nos corresponde. Es algo impresentable y en cierto modo, bochornosa.
Pero la importancia de la convocatoria de hoy es que no hemos venido a medirnos entre los diversos grupos o partidos, a exhibir quién tiene más sensibilidad social, ni a ver quién se apropia del discurso de los pobres o presume de ser más experto en describir penurias. No es cosa de saberse de antemano, sin precisar de los demás, las verdaderas soluciones.
Venimos a comprometer nuestra acción colectiva contra la desigualdad y la exclusión y a confirmar que somos capaces de anteponer esta voluntad y decisiones políticas, humanas, a cualquier otro legítimo interés. O lo hacemos juntos o estamos perdidos.
Resultaría ruin hacer de esto un episodio electoral. Sé que no será así. Se espera otra cosa de nosotros. Y tenemos que estar a la altura de este desafío, que consiste en adoptar decisiones y en comprometernos a llevarlas a cabo para lograr una sociedad más justa.
Últimamente se han hecho más insistentes las voces de quienes una y otra vez se atribuyen a sí mismos todo lo que se mejora. Dicen: “gracias a nosotros…”, “si no fuera por nosotros…”, “menos mal que nosotros…”, “porque estamos nosotros, que si no…” Espero que en esta ocasión pensemos más bien en qué hacer conjuntamente. Ni afrontaremos ni resolveremos nada si tratamos de hacerlo aisladamente. Madrid ha sido caracterizada por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social EAPN como la Comunidad de las desigualdades y se trata de que adoptemos medidas para que no lo sea. No bastará con el alivio de las comparaciones, con las comparaciones de alivio. No vamos a abordar ni a resolver la pobreza infantil o el desamparo de tantos mayores entregándoles o enfrascándonos en hojas Excel rellenas de estadísticas, ni dando conferencias sobre el producto interior bruto. Necesitamos datos, pero al servicio de la acción y de las transformaciones justas, no de la justificación de lo que ocurre.
Nuestra voluntad de que esta sea una tarea común no supone que no ignoremos cuánto nos diferencia. Casi diría que la posición ante la desigualdad es lo que más radicalmente nos distingue a unos de otros: el considerar que la desigualdad es menor o lateral, o el estimar que es la razón de ser, que la lucha contra ella, es lo que justifica nuestro compromiso y nuestra voluntad política. No nos basta con decir “siempre ha sido así”, “siempre habrá pobres”. “No hay nada que hacer, salvo leves mejoras”.
Hay quienes creen que será suficiente con adoptar medidas puntuales, desperdigadas por un proyecto o presupuesto, pero hay quienes consideramos que no basta con paliar efectos o apoyar a personas en riesgo de exclusión social extrema. Se requieren además medidas estructurales dirigidas a toda la población para corregir las desigualdades y ello exige estrategias de inclusión, mecanismos de coordinación y planes específicos.
No hemos de olvidarlo. Pero hoy nuestro desafío en este Pleno es identificar qué acciones concretas suponen no solo una actuación incidental de consuelo, sino qué acciones generan una dinámica de verdadera transformación, mientras a la vez abordan urgencias. No será suficiente con un listado, necesitaremos una estrategia de acción conjunta. Y aquí no bastan esas sesiones con las que vamos capeando las votaciones o logrando mayorías.
Tengo la certidumbre de que entre las diversas y variadas razones que nos hacen estar aquí, como diputados y diputadas, hay una que compartimos. Es nuestra firme determinación de luchar contra las situaciones de injusticia y de necesidad en la que se encuentran tantos seres humanos, en concreto también en la Comunidad de Madrid. De no ser así, no merecíamos ser miembros de esta Asamblea.
Tal vez no compartamos sin embargo cuáles son al respecto las prioridades o cuál es el modo más eficiente para abordar la situación. Pero no dudo de la voluntad compartida de hacerlo. Lo interesante es con qué consecuencias, a qué precio, y a qué estamos dispuestos.
Pero no estamos aquí simplemente para describir la realidad. Nos hemos propuesto y hemos sido propuestos para mejorarla, para transformarla.
En Madrid hay personas en situación de indefensión, de necesidad, de vulnerabilidad, de desamparo y estamos en la Asamblea para abordar y crear condiciones para solventar la situación.
Lo reiteramos una y otra vez, en Madrid hay pobreza, y bien concretamente hay pobres sin oportunidad, sin perspectivas.
Ello puede emocionarnos, conmocionarnos, conmovernos hasta agitar nuestras conciencias. Pero no basta con agitar nuestras conciencias. Es cuestión de que ello agite también nuestras políticas, nuestras acciones y decisiones.
No bastan al respecto acciones esporádicas, ni partidas presupuestaria más o menos centrales o incidentales. Se precisa situar como asunto nodal y crucial la lucha contra la desigualdad para que no prospere exactamente aquello que deseamos combatir, que es la pobreza y la injusticia.
Todo se ha sofisticado, hasta la pobreza y sus formas. Pero sigue implacable el dolor y el sufrimiento, y la necesidad de tantos que aguardan nuestra decisión y nuestra intervención.
Y en Madrid, donde tantas personas viven solas, sin amparo y sin compañía, no pocas veces carecen de las condiciones mínimas para vivir. Y esperan algo de nosotros.
Somos una Comunidad próspera, se nos dice, Pero esta prosperidad no alcanza a muchos. Y la cuestión es que el compromiso por combatir esa pobreza nos llegue a todos.
No nos faltan argumentos para aliviarnos y consolarnos afirmando que siempre que logramos mejores resultados económicos, más prosperidad, bienestar o riqueza, Madrid mejora.
No lo dudo, pero ¿qué Madrid? ¿A quién nos referimos cuando en este contexto decimos Madrid? Mientras al menos una cuarta parte de la población se quede al margen no cabe hablar de recuperación, ni de efectiva mejora.
Sin embargo, es nuestra obligación procurar un verdadero acompañamiento social y laboral de quienes se encuentran arrojados de un modelo de sociedad que parece empeñado en proponer el éxito logrado de cualquier manera y a cualquier precio.
Y no digamos que sobre esto estamos todos de acuerdo. Si así fuera, se evidenciaría en nuestras prioridades, en nuestras políticas presupuestarias y sociales.
Y desde luego, la firme determinación de luchar contra las formas de exclusión y de pobreza no es patrimonio únicamente de quienes se encuentran en peor situación, que han de ser, en todo caso, prioritariamente escuchados. Y muy singularmente no hemos de olvidar a los más desfavorecidos y marginados, emigrantes y tantas otras minorías.
No faltan tampoco quienes no hallándose en las peores situaciones, sin embargo se comprometen en la transformación de la realidad. Y hemos de contar con ellos.
No es posible debatir sobre pobreza o inclusión social sin hacerlo sobre la desigualdad. La desigualdad es el mayor de los retos políticos, sociales o económicos para las sociedades desarrolladas en estos primeros años del S. XXI. Desafortunadamente, como tantos estudios señalan, Madrid y su corona metropolitana se han convertido en los últimos 10 años en la capital más segregada de Europa y en la segunda con mayor desigualdad social.
Insisto en que no ignoramos la crisis económica, pero su grado de impacto responde a causas estructurales y a procesos acometidos a medio y largo plazo. Su intensidad no es una variable exógena, y su impacto ha sido mayor en el nivel de vulnerabilidad más sensible a las políticas que se han venido desarrollando, que han exacerbado la desigualdad e incrementado las situaciones de pobreza.
El carácter estructural de la pobreza y de la precariedad y de la agudización de las desigualdades confirma que no es suficiente con airear el crecimiento del PIB sino que se necesitan otros parámetros y otras políticas más justas. Porque si es en Madrid donde se concentra el mayor número de grandes fortunas, también es aquí donde se hallan mayores porcentajes de población en estado de pobreza.
Hoy sabemos que el desempleo es la principal causa del aumento de las personas en situación de pobreza y exclusión social.
La solución pasa por una adecuada protección laboral y una política fiscal equitativa y justa. En la Comunidad de Madrid hay en torno a 461.000 parados registrados y solo el 46% son beneficiaros de la cobertura por desempleo, una protección que se ha reducido 13 puntos desde 2011 y se ha reducido asimismo la cuantía media de prestación a 840€ al mes.
Hemos de hablar, por tanto, de precariedad del mercado de trabajo. Y lo que es más grave, esta situación se prolonga en el tiempo. Baste recordar que el 58% del desempleo en Madrid es ya de larga duración.
A esto hay que añadir otras ayudas para garantizar cuestiones como el acceso al transporte público para aquellas personas que ya no tienen ningún tipo de prestación para vehicular una búsqueda activa de empleo y para quienes el transporte ha de ser una ayuda y no una carga económica. El transporte ha de ser, así mismo, un elemento de cohesión social y territorial.
La crisis ha sido para algunos una magnífica ocasión para sus políticas injustas y el modo de respuesta que se le ha dado a la misma ejemplo claro ha sido la política de vivienda que, siendo un derecho básico y un recurso fundamental para la inclusión social, se ha visto afectada por un desmedido aumento de los precios tanto en compra como alquiler.
En Madrid, el gasto en vivienda en los hogares supera el máximo tolerable (el 30% de sus ingresos) y a este gasto hay que añadirle los gastos necesarios asociados como el agua, la electricidad o gas, gastos que han traído una nueva realidad como la pobreza energética.
El 9% de los hogares de la región son incapaces de afrontar los gastos que supone tener la vivienda a unos niveles de temperatura adecuados para su habitabilidad, sobre todo en los meses de invierno. En concreto habría unos 225.000 hogares afectados según el INE.
La desigualdad salarial en Madrid entre los que más ganan, que han visto aumentar sus salarios en un 5,6% desde el inicio de la crisis, y los que menos ganan, que han reducido en un 8,5% el salario medio anual, nos permite hablar de una desigualdad de ingresos excesiva, una desigualdad cada vez más contundente.
A su vez, es lamentable la brecha salarial entre hombres y mujeres, del 21%. Las mujeres de 55 años cobran un 30% menos que los hombres de la misma edad. La brecha salarial aumenta a medida que aumenta la edad. La reforma laboral ha perjudicado especialmente a este grupo de población ya que los contratos parciales se han incrementado para ellas y como consecuencia de ellos las mujeres tendrán que trabajar 9 años más que los hombres para acceder a una pensión de la misma cuantía. Las mujeres desempleadas superan en número a los hombres desempleados. La pobreza en las personas mayores tiene “rostro femenino” y ha alcanzado ya al 18% de las mujeres y al 9’9 de los hombres.
Podemos hablar efectivamente de pobreza laboral, desigualdad y devaluación salarial de los trabajadores de la Comunidad de Madrid.
Ya trabajar no es suficiente para garantizar las necesidades básicas. Hará falta, por tanto, desarrollar programas específicos para evitar la discriminación salarial, los abusos salariales. Será preciso luchar contra el empleo sumergido y el fraude a la Seguridad Social.
Por eso, no es suficiente con encontrar empleo, también son importantes las condiciones del mismo.
Pero no basta con esto. Las nuevas situaciones de pobreza, vinculadas a la extensión del desempleo y a la precarización de las condiciones laborales exigen todo un programa de inclusión social. Bien sabemos que el empleo en Madrid ya no aporta la seguridad de estar al margen del riesgo de pobreza y de exclusión social. En estos momentos hay más de 254.000 personas en estado de necesidad, en la categoría de asalariados a tiempo completo: son los llamados trabajadores pobres. No es que se estén mermando los ingresos complementarios de las familias, hoy en Madrid hay un empobrecimiento generalizado de la población.
En coherencia con nuestras propuestas programáticas insistimos en que la situación requiere una nueva “renta básica de ciudadanía” para que todo madrileño y madrileña en situación de especial vulnerabilidad pueda percibir un importe mínimo mensual equivalente al 90% del IPREM (479,28€), mejorable en función de las cargas laborales.
Pero, a su vez es indispensable hacer políticas de activación y apoyo al empleo especialmente el juvenil.
A nuestro juicio, siempre la mejor manera de combatir las desigualdades es a través de la creación de bienestar, prosperidad y riqueza, pero ello ha de ser realizado sin abrir nuevos espacios de exclusión y de vulnerabilidad. Para ello se requieren políticas públicas, activas, que garanticen la salud social en el sentido amplio de este término, que no se reduce a temas de sanidad.
El síntoma de falta de salud social sostenida en la desigualdad permite afirmar que a los niños y niñas de menor estatus socioeconómico y cultural les va peor en la escuela y tienen peor salud. Por eso, toda política que los segregue de la excelencia o haga de la excelencia un elemento de segregación marcará las desigualdades cada vez más injustas que son la base del riesgo de pobreza o de su efectiva realidad. El propio concepto de pobreza incorpora elementos de carencias o limitaciones educativas. La falta de alternativas formativas genera una corriente de exclusión para muchos hogares de Madrid.
La combinación de escasez de ofertas de empleo y de falta de ofertas formativas accesibles y eficaces ha provocado una desmovilización formativa que impacta, más claramente, en la población con menos posibilidades.
El gasto medio de educación en las familias se ha incrementado un 30,3% desde 2006 hasta 2013 y los hogares han perdido más del 10% de su renta desde 2009.
No es difícil colegir la relación directa entre el riesgo de pobreza y la exclusión social con un índice significativamente mayor de abandono y fracaso escolar.
La educación preescolar, la orientación y asesoramiento, las becas y tutorías y la educación de adultos son decisivas y desde luego no lucharemos contra la desigualdad con la crudeza de los recortes, las pérdidas sensibles del número de profesores y equipos de apoyo, o la disminución delas unidades de orientación y los centros y ofertas de adultos. Ya me han
escuchado decir que la cultura y la educación combaten la miseria y la ignorancia, también en Madrid. Es preciso incidir en la política educativa y no caminar hacia los recortes.
Por otra parte, está claro que la salud está determinada por condiciones socioeconómicas. Las enfermedades, la muerte y sus diversas causas tienen una distribución social desigual y no aleatoria. La desigualdad de salud significa una diferencia de salud sistemática, evitable e importante entre grupos sociales que implican injusticia e inequidad. Por eso consideramos que el programa de lucha contra las desigualdades sociales en salud ha de hacerse bajo la tutela directa de la Presidenta de la Comunidad. Con una convicción, la pobreza es la mayor causa de enfermedad y de mala salud. La salud viene determinada socialmente, resultado de las condiciones ambientales y socioeconómicas y por eso será precisa una inclusión de rutina en los sistemas administrativos de todos los servicios públicos de información relevante para conocer el grado de justicia social en la Comunidad, desde las historias clínicas a los impresos de matrícula de las universidades.
Casi 2 de cada 10 personas de Madrid se encuentran afectadas por la exclusión de la sanidad en Madrid y alrededor del 10,2% de los hogares tienen dificultades para seguir los tratamientos necesarios para el correcto mantenimiento de la salud personal, más aún tras la instauración del copago farmacéutico y la exclusión de determinados medicamentos del sistema sanitario. Por ello es imprescindible lograr que nadie sea excluido de la atención sanitaria por su situación administrativa no regularizada o, siendo madrileños, por llevar más de tres meses en el extranjero.
Podrá parecernos extraño, sobre todo si vivimos al margen de la situación efectiva de la vida de los ciudadanos, que hay quienes tienen dificultades para mantener una alimentación eficiente y equilibrada en términos nutricionales y que en 2013 ello afectaba ya al 3,3% de las familias.
Al mismo tiempo, la salud es peor en la población excluida y se une a una gran problemática, la de los trastornos mentales o depresión que esta devastadora situación de exclusión social y pobreza está conllevando entre las personas víctimas de la crisis. En general, un 19,9% de los hogares situados en Madrid integran a alguien que ha tenido o tiene algún trastorno de salud mental o depresión en los últimos 5 años.
Lo viven más quienes están cerca.
Todas estas necesidades han de estructurarse reforzando el papel de las entidades locales en materia de servicios sociales. No estamos de acuerdo, y así lo hemos expresado, con la denominada “Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local”. Las personas más cualificadas en materia de servicios sociales nos apuntan que es clave apoyar a nuestros ayuntamientos para que sigan prestando estos servicios.
Ya sabe, señora presidenta, porque se lo hemos subrayado en multitud de ocasiones, que su modelo económico de gobierno ahonda la desigualdad y nosotros no lo compartimos. A nuestro juicio, solo a través de sistemas justos, sociales y públicos podremos redistribuir las oportunidades y cabe una política que es efectiva y determinante para abordar una salida eficaz de este laberinto de injusticias en el que se ha convertido Madrid. Hace falta abordar una nueva política fiscal en nuestra Comunidad porque su estructura, que ha cuajado durante los últimos 20 años en Madrid, requiere una profunda revisión y reformulación más justa y más eficiente. Su Gobierno insiste en continuar y conservar esta situación, y basta comprobarlo en el proyecto de sus últimos presupuestos, que así lo confirman.
Es preciso implementar cambios en la estructura redistributiva del sistema fiscal con el objeto de corregir la creciente desigualdad. La acumulación de ejercicios fiscales poco solidarios ha logrado que nos encontremos en una situación insostenible. La recaudación por renta de trabajo es, además de insuficiente para los retos en políticas sociales de nuestra Comunidad, injusta, ya que ha ido unida a todo un conjunto de beneficios y deducciones dirigidas a aquellos cuyos ingresos son más altos. La eliminación del Impuesto de Patrimonio, el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, en el que se han introducido modificaciones que han beneficiado a quienes tienen grandes herencias y bienes que traspasar requiere otro planteamiento y su actualización para atender las políticas sociales que, como es evidente, están gravemente dañadas en Madrid.
Cabe recordar la necesidad de dotar de mayor eficiencia a la gestión de los servicios públicos. La austeridad en el ejercicio de la gestión de los servicios públicos y la honestidad en esa misma gestión han de ser objetivos que se tengan siempre como prioridad.
Ante este panorama, de nada nos sirve escudarnos en el nivel del Producto Interior Bruto per cápita en nuestra región.
Por eso, referirnos exclusivamente al PIB cuando hablamos de desigualdad es no entender que una sociedad puede ser extremadamente rica y a la vez extremadamente desigual, si no redistribuye esta riqueza.
Seguimos considerando que Madrid precisa un programa de soluciones justas para frenar la desigualdad. Por eso defendimos en nuestro programa y defendemos la presentación en el Parlamento Autonómico anualmente de un informe con indicadores que evalúen el impacto de las políticas sobre las desigualdades, la calidad de vida y la sostenibilidad ambiental. Y no de una vez por todas, sino anualmente.
Creemos que el incremento del PIB no refleja necesariamente el progreso y el bienestar social. Lo creíamos, lo decíamos y lo decimos. Por eso, precisamente mi primera pregunta como portavoz del Grupo Socialista a la Señora Presidenta en el Pleno fue sobre las actuaciones previstas para combatir la desigual en la Comunidad de Madrid y sobre cómo fomentar la creación del empleo de calidad. Entonces hablamos de tarea conjunta, de contar con los grupos políticos y de situación insostenible y subrayamos que vivimos en una comunidad donde hay pobreza. Elegimos empezar hablando de esto y no encontramos razón alguna para dejar de hacerlo. Hoy ha quedado bien patente.
Aprobemos resoluciones y medidas que se oriente a modificar las causas estructurales de esta desigualdad. Sólo así transformaremos Madrid de modo justo.
Estamos absolutamente dispuestos a una tarea conjunta con todos los grupos que haga de esto una prioridad. Los ciudadanos necesitan que seamos capaces de hacerlo. Las convicciones, no lo olvidemos, a los presupuestos.
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