Cleopatra, una figura legendaria en la historia, ha sido retratada a menudo como una seductora y astuta reina egipcia. Sin embargo, detrás de su fachada pública se encontraba una mente excepcionalmente aguda, una mujer dotada de una gran inteligencia y visión estratégica que la convirtió en una de las líderes más destacadas de la antigüedad.
No hay retratos de Cleopatra. Nadie puede afirmar cómo era de alta, su tono de piel o el color de su cabello. Nunca ha habido tanta curiosidad por saber cómo era físicamente un personaje histórico. Sin embargo, no hay ningún relato ni representación artística que describa su imagen. Plutarco, en una de sus Vidas paralelas, dice que su voz era bellísima, la compara con un instrumento musical. Lo que sí está documentado es que parte de su atractivo emanaba de su carisma, del encanto que irradiaba su personalidad.
Para la historiadora británica Mary Beard, las miles de representaciones de Cleopatra a lo largo del tiempo están «basadas en una peligrosa serie de deducciones a partir de pruebas parciales o descaradamente poco fiables». Se sabe tan poco sobre ella que Beard sostiene que Cleopatra debería aparecernos hoy como «la reina sin rostro».
Primer dato importante, los antecesores de Cleopatra no eran egipcios, sino macedonios. Su árbol genealógico se remontaba al general macedonio Ptolomeo, quien obtuvo Egipto como propiedad después de que Alejandro muriera y sus territorios se dividieran. Ptolomeo creó su propia dinastía, la ptolemaica, que era a la que pertenecía Cleopatra.
Con un personaje como Cleopatra, los nuevos descubrimientos nunca dejan de aparecer. En 2009 un grupo de investigadores del Instituto Arqueológico de Austria identificó el esqueleto de su hermana menor, la princesa Arsinoe, en una tumba de más de 2.000 años en Éfeso, Turquía. La evidencia obtenida al estudiar las dimensiones del cráneo de Arsinoe indica que tenía algunas características de los blancos europeos, los antiguos egipcios y los africanos negros.
¿Cleopatra se consideraba egipcia? Según Joyce Tyldesley, profesora de Egiptología en la Universidad de Manchester y autora de Cleopatra: La última reina de Egipto: «Era reina de Egipto. ¿Qué más se habría considerado? Su padre era rey de Egipto, una de sus hermanas había sido reina. Creo que se consideraba egipcia, aunque no una nativa, sino una egipcia griega».
Desde una edad temprana, Cleopatra demostró una capacidad intelectual excepcional. Se sabe que dominaba varios idiomas, incluyendo el griego, el egipcio y el latín, lo que le permitía comunicarse con una amplia gama de personas en su reino y más allá de sus fronteras. Conocía la lengua del Antiguo Egipto y había aprendido a leer jeroglíficos, un caso único en su dinastía. Aparte de esto, conocía las lenguas de los partos, hebreos, medos, trogloditas, sirios, etíopes y árabes. Esta habilidad lingüística no solo facilitó su diplomacia, sino que también le otorgó una ventaja estratégica en el complejo entorno político del Mediterráneo oriental.
Además de su dominio de los idiomas, Cleopatra también recibió una educación en historia, filosofía y matemáticas. Se cree que estudió en la prestigiosa Biblioteca de Alejandría, donde tuvo acceso a una amplia variedad de textos y conocimientos. Esta formación académica contribuyó a su capacidad para comprender y navegar por los intrincados asuntos políticos y militares de su época.
Pero más allá de su inteligencia académica, lo que realmente destacó fue su astucia estratégica y su habilidad para utilizar las circunstancias a su favor. Cleopatra entendía la importancia del poder político y la necesidad de mantener el control sobre su reino.
Cuando falleció su padre en el año 51 a.C., Cleopatra, que contaba con 18 años, se encontró envuelta en una disputa sobre la sucesión al trono de Egipto. Inicialmente gobernó junto a su hermano menor, Ptolomeo XIII, incluso casándose con él conforme a las costumbres egipcias. Sin embargo, Ptolomeo XIII ansiaba el poder para sí mismo y desató una guerra civil al intentar eliminar a Cleopatra del gobierno. En respuesta, Cleopatra huyó a Siria, territorio bajo control romano.
Dado que el padre de Cleopatra había sido un aliado de Roma, los hermanos rivales buscaron apoyo entre distintas facciones en la guerra civil en curso en Roma. Desde su exilio, Cleopatra solicitó la ayuda de Julio César, entonces general y político romano que aspiraba a consolidar su poder como dictador absoluto de Roma, para restaurar su autoridad en Egipto.
Un ejemplo notable de su astucia estratégica fue su relación con dos de los líderes más poderosos de su tiempo: Julio César y Marco Antonio. Cleopatra reconoció la oportunidad de asegurar la protección y el apoyo de Roma para Egipto al formar alianzas con estos líderes. Su relación con Julio César no solo le proporcionó un aliado poderoso en su lucha por el trono egipcio, sino que también le permitió mantener el control sobre Egipto mientras Roma estaba inmersa en la guerra civil.
Tras la muerte de Julio César, Cleopatra se unió a Marco Antonio en una alianza política y personal que desafió las normas sociales de la época. Juntos, buscaron expandir el poder de Egipto y enfrentarse a sus enemigos comunes. Cleopatra desempeñó un papel activo en la estrategia militar de Marco Antonio, proporcionándole consejos y apoyo logístico que demostraron ser cruciales en sus campañas militares.
Como explica Adrian Goldsworthy, autor de Antonio y Cleopatra: «Ella necesitaba el apoyo de César y de Marco Antonio. Al primero para que la salvara del exilio y, al segundo, para que la escogiera como reina en su país. A cambio, aportaba riqueza y recursos. Con César tenía mucho en común. Eran igual de inteligentes y se admiraban. Sabían, probablemente, que se utilizaban y eso les unía todavía más. La primera parte de la relación con Marco Antonio duró seis meses. Después hubo una separación de tres años y medio, y cuando volvieron a juntarse ya no se separaron nunca».
Sin embargo, la caída de Cleopatra ante Octavio, posteriormente conocido como el emperador Augusto, marcó el fin de una era. A pesar de su valiente resistencia, Cleopatra fue derrotada por las fuerzas romanas y optó por el suicidio en lugar de caer en manos de sus enemigos. Su muerte puso fin a la dinastía ptolemaica y marcó el comienzo del dominio romano sobre Egipto.
Cuando Cleopatra murió, tenía 39 años. Fue momificada y enterrada junto a Marco Antonio, con quien había convivido durante 11 años. Pero la ubicación de la tumba es un enigma que aún no se ha desvelado. Los arqueólogos la buscan incansables, ya que sería «el hallazgo más sorprendente del siglo XXI».
Miles de años después, aún hay grandes enigmas alrededor de Cleopatra. El dramaturgo inglés William Shakespeare escribió sobre la última reina de Egipto en la obra Antonio y Cleopatra: «La edad no puede marchitarla, ni la costumbre debilitar la versatilidad infinita que hay en ella».
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