Resumen del libro LA VIOLENCIA SEXUAL EN CONFLICTOS ARMADOS.
Un arma de guerra fuera del control de la legalidad internacional.
Desde el fin de la Guerra Fría, los conflictos armados, las guerras,
ya no son iguales. En nuestros días la mayor parte de ellas son civiles, dentro
de un mismo estado, en contextos muy inestables y con trágicas consecuencias
humanas. Las formas incluyen métodos donde la violación masiva de los Derechos
Humanos es habitual, donde se recluta a niños y adolescentes, donde el miedo y
el terror son estrategias en un concepto asimétrico de conflicto profundamente
violento e ideologizado por razón de etnia, credo o control económico.
A nuestros efectos definimos violencia sexual en conflicto a partir de
la resolución S/RES/1820, de 19 de junio 2008, aprobada por el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas en su sesión número 5916. En este sentido hablamos
de una violencia con rasgos diferenciadores, distinta de cualquiera de las
agresiones sexuales que se observan en zonas que no están sometidas a
conflictos armados y que son calificadas como delitos contra la libertad
sexual. Por recordar lo que nos dice dicha resolución, hacemos hincapié en la
violencia sexual que, en conflicto, se emplea como táctica de guerra con el
objeto de atacar a civiles, de manera deliberada, o como parte de una
estrategia de ataque sistemático, generalizado y metódico. Porque atacar a
mujeres y niñas no sólo genera miedo en la población civil, sino que puede
llevar a destruir varias generaciones del supuesto enemigo, generalmente de una
etnia contraria a la de los atacantes, lastrando el futuro de los pueblos de
manera genocida. Y es que la violencia sexual es una de las herramientas clave
en el ejercicio de dominación que una facción pretende imponer sobre la otra,
desintegrando el tejido social que sostiene a una cultura determinada. Estas
violaciones sistemáticas, deliberadas, masivas, estas campañas de terror se
llevan a cabo de diferentes maneras además de la violación, estando presente en
estos escenarios bélicos la esclavitud sexual, el embarazo forzado, el
matrimonio forzado, la mutilación, el canibalismo, la violación de mujeres
embarazadas o ancianas, el incesto o la obligación de forzar relaciones
sexuales entre familiares o con menores.
Es en este contexto donde surge la violencia sexual en los conflictos
armados. Y somos conscientes de ello porque, además de suceder, son sus
víctimas las que hoy nos lo narran en esta era globalizada. Nos referimos a los
testigos que la sufrieron, y contaron, en primera persona, primero en la guerra
de los Balcanes (1991) y después en Ruanda (1994). En ambos conflictos armados,
en contextos de guerra civil, la violación sistemática fue utilizada como
estrategia bélica, organizada y orquestada con fines tácticos, en muchos casos
también como limpieza étnica, sobre todo desde los años noventa del siglo
pasado. La impunidad con que se realizaban estas prácticas obligó a la
comunidad internacional a reaccionar. Así, tanto el Secretario General, como el
Consejo de Seguridad y la Asamblea General de Naciones Unidas redactan
informes, analizan la situación en aquellos lugares donde ocurre y proponen
medidas de prevención, de seguimiento y vigilancia de estas nuevas formas
bélicas, además de sanciones a los que las perpetran. Incluso el Tribunal Penal
Internacional juzga y condena las prácticas en los conflictos de la ex Yugoslavia
y Ruanda. Pero hoy, veinte años después de la Sentencia Akayesu y otros
tantos años después de la histórica resolución 1325 del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, estas prácticas se siguen sucediendo. En más de veinte países,
bien por el conflicto armado, bien por estrategia de terror de la delincuencia
transnacional, se siguen produciendo violaciones sistemáticas utilizadas contra
la población civil como arma de guerra.
En cuanto al estudio de caso, nos hemos detenido en uno de actualidad:
el conocido como Yihad sexual en el autodenominado Estado Islámico (EI), o
DAESH. Es éste un sistema de captación y radicalización de mujeres de cualquier
parte del mundo por parte de los insurgentes; también un reclamo de miles de
mujeres al servicio de los yihadistas en el Estado Islámico.
Desafortunadamente es de actualidad tanto el genocidio del pueblo
yazidí como el uso de esclavas sexuales por parte del autodenominado Estado
Islámico, así como el fenómeno Muhajirah, como se denomina en árabe a la mujer
migrante que ha resultado de gran ayuda tanto para el incremento del número de
insurgentes como para dotar de cierta reputación, sobre todo en la Umma, al autodenominado Estado Islámico.
Un gran número de testimonios de mujeres que fueron voluntariamente al
DAESH relatan que resultaron engañadas y que se convirtieron en meros objetos
sexuales de los insurgentes, por lo que tendríamos una nueva versión del uso
que del sexo se hace en un conflicto armado como el que desarrolla el DAESH en
Irak y Siria, aunque no sea, stricto sensu, el objeto del presente
estudio.
Además se hace un estudio pormenorizado con respecto del interés
científico que la Criminología y la Victimología tienen en los conflictos
armados y sus consecuencias. Así la violencia sexual en conflictos armados es
analizada desde las principales teorías criminológicas y victimológicas de la
historia, llegando a la conclusión de que la Criminología del siglo XXI debe
ser la de los Derechos Humanos y ocuparse, entre otros, de este importantísimo
y dramático asunto.
Lejos de su solución, esta práctica se generaliza en los conflictos
armados y se interrelaciona, de manera preocupante, con la trata de seres
humanos, el terrorismo y la delincuencia transnacional, ante la perplejidad de
una comunidad internacional que va muy por detrás de los acontecimientos.
El libro se puede adquirir en DYKINSON a través de este enlace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario